Hace un par de días, Santiago y yo fuimos al cine, nuestra principal actividad navideña, y de vuelta, en la radio de la universidad había un programa llamado "Navidad en el mundo", que dedica varios días a transmitir la música tradicional de la época en diferentes países. Esa noche tocaba España. Y, claro, desfilaron villancicos en diferentes versiones. Algunos nos los sabíamos y otros, no. Y Santiago comentó que estaba bien esa música. Que le gustaba. Y yo le conté cómo en estos días, mi papá solía poner discos enteros de villancicos para ambientar la temporada. Y a mí me gustan también, aunque como en toda esta época, las campanas y los peces se me mezclan con nostalgia.
A la mañana siguiente, me puse a trabajar en la compu y en el programa matutino de la misma radio de la universidad, transmitían el Concierto de Aranjuez, uno de mis favoritos. Y Santiago, desde la comodidad y calidez de su cama y aun medio dormido, me preguntó que qué era esa música tan bonita. Y le conté de Joaquín Rodrigo y de cómo le gustaba tanto también a mi papá.
Los genes manifestándose, le dije, sin duda, desde ayer. Y esos vínculos invisibles e imborrables, pensé. Y las ausencias y los recuerdos que se cuelan en la vida en estos días, con o sin permiso. Yo siempre digo que odio la Navidad, quizá lo que sucede más bien es que me descolocan los huecos y los dolores y las añoranzas, que se hacen más patentes. Pero por fortuna y como todo, pasan también. Y sigue la vida.
Eso sí, de esta temporada me encantan las luces:
Y algunos aparadores:
Te dejo un abrazo pero con la consigna de dartelo antes de que empiecen clases de nuevo va? Besos
ResponderBorrar¡Va! Consigna aceptada y, mientras tanto, muchos besos de vuelta.
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