Tratar de cambiar el mundo sin cambiar nuestra mente es como tratar de limpiar el rostro sucio que vemos en el espejo tallando el cristal. No importa cuán vigorosamente lo limpiemos, nuestro reflejo no mejorará. Solo lavando nuestra propia cara y peinando nuestro cabello desaliñado podemos alterar la imagen. De modo similar, si queremos ayudar a crear condiciones que propicien la paz y el bienestar en el mundo, primero necesitamos reflejar esas cualidades nosotros mismos.
Traducción al español, mía.
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