¿Y qué más se podría decir de esta flor que se abre al cielo de la mañana?
En realidad, nada. Salvo que mi adicción al diccionario me llevó a descubrir una definición casi absurda:1. adj. Dicho de un color: Semejante al de la nieve o la leche, y que corresponde al de la luz solar, no descompuesta en los varios colores del espectro.
Y esto me llevó a recordar una enseñanza del Buda, que he escuchado de diferentes modos en palabras de mi maestro: El primer momento de nuestra experiencia —desnudo, directo— no está teñido por los pensamientos o por las palabras. Es una percepción pura en la que permanecemos un instante apenas. De ahí pasamos a las etiquetas y las conceptualizaciones, que después tomamos como la experiencia directa, alejándonos de ella, paso a paso.
Hasta llegar a decir que una flor es del color de la nieve o la leche.
Cuando en realidad, no hace falta decir nada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario