Anoche soñé que estaba en la playa. De vacaciones, supongo, con Santiago —que era niño aún—, mi amiga Ángeles, su hija, y una abuela. Quizá Graciela, la única abuela que mi hijo conoció.
De pronto, desde un mar en calma, se levantaba una ola enorme que nos alcanzaba en tierra. Inundaba y se llevaba por delante lo que encontraba a su paso. Nosotros incluidos. Pero entre sus aguas, yo podía respirar. Porque quedaba un hueco de aire o porque yo era capaz de respirar en el agua. Quién sabe.
La ola al final regresaba al mar y nos dejaba asustados, pero vivos. Yo, abrazando a Santiago. Ángeles, cerca. Nos faltaban Ana y la abuela. Y aún teníamos que guarecernos en un sitio techado, pues temíamos la llegada de una nueva ola.
Cuando desperté, me sentía (bastante) en paz.
El sueño me hizo ver (otra vez) que las olas pasan y que podemos respirar (siempre) por más intensa que sea la ola. Su paso nos da la posibilidad de reinventarnos y, para ello, hace falta (ME hace falta) soltar lo viejo (patrones de conducta, creencias, miedos) y buscar nuevas maneras de responder, de confiar, de ser.
Flor sueño luz Foto de Yaretzi Santana Herrera |
Así cada vez nos hacemos más completas!! Un abrazo
ResponderBorrarAsí, amiga, soltando lo que ya no sirve y abrazando aun lo que no nos gusta. Un abrazo de vuelta...
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