sábado, 28 de marzo de 2020

coronaHallazgo 1


Días de vino y rosas. No sé por qué me viene a la mente el título de esa película. Los míos, los nuestros, son días de encierro y tiempo, por decirlo de algún modo.

En este encierro hay mucho tiempo para pensar, para meditar, para reflexionar y para que nos caigan veintes, para que nos demos cuenta de cosas que siempre han estado ahí, pero que no habíamos entendido realmente.

A mi ayer me cayó un veinte de los grandes. (O sea, me di cuenta de algo importante, se hizo una conexión en mi mente como cuando, en los antiguos teléfonos públicos en México, caía el veinte, la moneda de 20 centavos, grande, de cobre, que se usaba para iniciar la comunicación. Cuando la rueda de metal caía dentro del aparato, con un pequeño estruendo, se podía empezar a platicar a distancia.)

Cuando alguien te «decepciona» (te desengaña, te desilusiona), en realidad esa persona no te está haciendo nada. En realidad el sufrimiento te lo provocas tú sola, lo provoca tu propia mente. Esa persona no cambió, ni se convirtió en nadie más, ni hizo nada diferente de lo que suele hacer. Pero tú (yo, pues) esperas, tienes expectativas (más o menos razonables, pero tuyas al fin y al cabo) de que actúe de una u otra manera. Cuando no lo hace, te sientes traicionada, dolida, decepcionada, pero todo ese sufrimiento surge de tu propia mente. La persona, de hecho y en última instancia, no tuvo nada que ver con todo el proceso interno que te llevó a sentirte así. 


Darte (darme) cuenta resulta profundamente liberador, ¿no?, aunque duela.
Ojalá recuerde el hallazgo la próxima vez que «me suceda» algo así.

2 comentarios:

  1. La sensación cuando cae el veinte y algo se integra es peculiar, no se cómo describirla pero se parece a cuando llevas mucho tiempo buscando la pieza en un rompecabezas y, de repente, ENTRA !!! Besos amiga

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Me gusta mucho la imagen de la pieza del rompecabezas que finalmente encaja. Esa satisfacción. Ese gusto. Esa sensación de completud. Aun sabiendo que hay muchas piezas más pendientes y qué, quizá, alguna llegue incluso a cambiar de sitio. Besos de vuelta, amiga. ¿Cuándo hablamos?

      Borrar