Hace un par de días me di una ducha (un regaderazo, dirían en mi tierra) larguísima, mucho más larga (y a ratos más caliente) de lo que mi conciencia ecológica me permite (por eso no me ducho diario, para poder excederme a veces). Puse especial atención en el tacto del estropajo (un zacate que vino conmigo de México) enjabonado (con un jabón de lavanda que me regaló una amiga antes de venirme a este lado del mundo) sobre mi piel. Y entonces me di cuenta con toda claridad de la enorme necesidad, el enorme anhelo que tengo de un abrazo. De contacto físico con otra persona. De sentirme contenida.
Desde que llegué a Madrid, en octubre pasado, Ana y yo no nos hemos dado más de cinco abrazos y eso, exagerando (uno a mi llegada, otro cuando me fui a Francia en diciembre, otro más por su cumpleaños: igual solo han sido tres). En estos días de confinamiento, ninguno. Claro que compartiendo un piso, no hay en realidad distancia segura que valga, pero supongo que tal instrucción es un buen pretexto para evitarnos.Ya me había yo dado cuenta que los españoles son poco dados al contacto, al abrazo, al apapacho, tan común en mi país. Con mis compañeras del máster, fuimos rompiendo estas barreras, pero luego llegó el coronavirus y ya no hubo tu tía.
Y entonces, mientras me enjabonaba, empecé a hacer una lista mental de los abrazos que más me hacen falta. De mi hijo, claro, más de uno. Y de mi nuera, varios también (es una especialista en abrazos). De mi comadre, Ma. Eugenia, y ya estando en Chimal, pues de la Chara, que los abrazos perrunos también cuentan. Y de todas mis amigas de Cuernavaca, claro. Y de Olguita: nos mandamos muchos virtuales, pero no saben igual.
De este lado del Atlántico, que ahora parece un obstáculo nimio o más enorme que nunca, según se vea, de mi prima en Cataluña, Mary Carmen y de Mariona y Laia, mis sobrinas. De Joana en Barcelona. Entonces, volvería a cruzar el Atlántico, con dirección muy sur, para llegar al Chaco, en Argentina, y abrazar a Mariel y a David y a Ámbar.
Y sí, un abrazo tuyo, también.
Porque en tus brazos me sentí segura.
Aunque durara demasiado poco.
El diccionario de la RAE dice que abrazar es ceñir con los brazos y estrechar entre los brazos en señal de cariño. Pero, como le suele suceder al DLE, se queda corto. Y más en estos tiempos de pandemia. Abrazar ahora es lo prohibido, lo temido, ly o anhelado. Qué mundo tan extraño este donde un abrazo cobra este valor contradictorio.
Mi inconsciente anoche se las ingenió para acercarme físicamente a quien fuera mi maestro de literatura en la secundaria y la prepa: Mr. Hendricks, que tendría la edad de mis padres (murió unos años después de ellos). En el sueño. él y yo nos encontrábamos como para despedirnos. Él tenía cáncer y estaba delgadísimo, pero de buen ánimo. Yo lo abrazaba para sostenerlo y lo ayudaba a caminar mientras platicábamos. En la calle, me daba cuenta que iba descalza, pero no me preocupaba demasiado, además de que en ese momento no podía resolver la situación. Al final, dejaba a Mr. Hendricks en su casa, donde lo recibía una madre no muy amable que le preguntaba si yo era una de sus amantes. Él contestaba, entre cansado y aburrido, que no, que era una de sus exalumnas. Yo con él, en la vida real, aprendí lo que era una metáfora y aprendí a leer e interpretar textos. Fue lindo verlo, abrazarlo y despedirnos.
Yo creo que ahora los suspiros, cuando menos los míos, son más abrazos que besos no dados, como decía mi abuela Rosa. Ojalá pronto hallemos la manera para satisfacer este deseo que, hasta hace poco, no era tan difícil.
Uff amiga querida, comparto contigo ese enorme anhelo, de abrazar a mi hijo en LA, al que sigue trabajando en CDMX Y a uds, mis amigas, y a cada mujer con la que comparto los círculos que ahora lo hacemos a distancia. Qué nos pone hoy la vida, la necesidad de contacto físico , que es de sobrevivencia para el ser humano versus la prohibición de hacerlo. 😪😪
ResponderBorrarTe dejo un abrazo fuerte, apretado, de ❤️.
Nos lo daremos pronto, muy pronto.
Sí, coincido con ustedes! Mientras, nos daremos más abrazos virtuales, es nuestra realidad y nuestro presente. ¿Y si le enseñas a Ana a abrazar, preguntándole primero qué siente cuando abraza y cuando recibe abrazos? Te envío cientos de los míos con mi amor especial hacia ti.
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