Del lat. nubes.
1. f. Agregado visible de minúsculas gotitas de agua, de cristales de hielo o de ambos, suspendido en la atmósfera y producido por la condensación de vapor de agua.
En toda su literalidad, esta definición se acerca a la poesía. También podría ser un microrrelato. Así les pasa a los académicos a veces, aunque ni cuenta se den (o alguno, tal vez, sí).
También es verdad, que las nubes son mucho más. Y nada. También.
Compañeras de confinamiento, por ejemplo. O esperanza de agua. Miedo de tormenta. Panza de burro.
Promesa de caricia en tiempos de sequía. Como cuando sales a pasear una hora, en tu hora, no más allá de un kilómetro de tu casa y de pronto esa nube que ni notaste suelta unas gotitas mínimas sobre tu rostro ávido. Promesa cumplida.
Y sucede que en un paseo de esos, ya vas de vuelta a casa, bajando por Concha Espina hacia el Bernabéu, y en el cielo hay una nube iluminada por el sol de tal manera que se le han irisado los bordes y puedes, quizá por primera vez en tu vida, ver que está hecha de agua. De esas gotitas que se condensaron a partir del vapor.
Y la fotografías, claro, porque salir con tu camarita rosa e ir de cómplices por el mundo es una de las maneras que tienes para no perder la locura.
Amo las nubes, ponerles nombre, buscarles forma, ésta me pareció cubrir la esperanza del color que hay detrás. Un beso amiga querida.
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