sábado, 12 de septiembre de 2020

en Barcelona 4


En alguna lista que compartí hace varios años en este blog sobre los lugares a los que me gustaría ir o volver (y alguno al que no regresaría ni pagada), estoy casi segura de que aparecía el Parque Güell. (La herramienta de blogger para buscar no me permite indagar tan atrás y manualmente no pude encontrarla).

Este parque, diseñado por Antoni Gaudí como parte de una urbanización que no prosperó, lo conocí hace 40 años y lo volví a visitar tres años después. En aquella época no había que pagar para entrar (ni llevar mascarilla en la visita). En aquella época me acompañó mi prima María Delia, y en la segunda ocasión, venía también mi amiga Jessica. 


En aquella época era yo una adolescente. En algún lugar de mi casa en Cuernavaca debe andar una foto mía en los bancos de la gran terraza del parque. Me veo con unos pantalones de pana azul, una blusa mexicana bordada y unos mocasines de cuero café claro. Tenía el pelo largo y lo llevaba recogido en una cola de caballo. Había cumplido 17 años hacía unos cuantos meses.

Hoy la vida es otra.


Vuelvo por tercera vez al Parque Güell. A los 57 años, con más vida por detrás que por delante. Acompañada de un amigo que alguna vez fue más que eso y que hoy no es menos. Descubro que el sitio es mucho más grande de lo que yo pensaba. Llueve y casi no hay gente. Se ve precioso, adornado de gotas, sobre los trozos de mosaicos, colgando de las ramas, de las flores y de las hojas. Voy sin mascarilla y nadie me dice nada.



toda Barcelona desde la terraza del parque:
la Sagrada Familia, el Puerto Olímpico, el Mediterráneo



Gaudí en todo su esplendor

más Gaudí, siempre Gaudí


Ojalá todo fuera como volver al Parque Güell.

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