Estoy casi por cumplir un año de este lado del mundo (increíble, pero cierto) y entre lo más sorprendente sigue siendo, sin duda, el cambio de las estaciones.
Aquí el verano se acaba de un día para otro, casi como por decreto. Un buen día vas caminando por la calle, es finales de agosto, el calor sigue siendo casi infernal, y ves una hoja que cae desde las alturas de su árbol, hacia el suelo, haciendo más o menos piruetas, hasta que aterriza con toda suavidad: Ya está, empezó el otoño (lo sabes, intuitivamente, no hay más).
El síntoma no viene solo. Casi de un día para otro, dejas de encender el aire acondicionado, primero en la noche, después también durante el día. Empiezas a dudar si ir a la piscina, pues debido a esas lluvias que anuncian el otoño, el agua ya se ha empezado a enfriar, aunque varias personas, sobre todo niños, aún no se den por vencidos.
Las temperaturas empiezan a oscilar bastante y se van quedando más hacia la baja, incluso 10 grados con respecto a ayer o antier. Igual algunos días suben de nuevo y vuelves a encender el aire, pero es solo una llamarada de petate, como decimos en México.
En el feisbuc, tus amigos empiezan a publicar fotos despidiéndose del verano, del estiu en catalán. Por las mañanas fluctúas entre vestirte de verano con chaqueta y un chal más o menos delgado, o empezar a usar alguna prenda de manga larga. También te preguntas si será prudente meter un paraguas en el bolso.
Ese verano abrasador, que habías vivido hace 40 años pero en realidad no recordabas, se acaba, casi sin previo aviso. Se habla de normalidad (de la nueva, claro), de la vuelta al cole (más o menos), al trabajo (no hay de otra) y alguna conocida del feisbuc describe septiembre como un mes habitable, vivible, amigo. Confías en que así sea también para ti (el primero que pasarás de este lado del mundo)
Aún le robas un día a la estación entrante y te marchas a la playa. El mar, delicioso; el sol, súper caliente; la playa, atestada (¿distancia de seguridad?, te preguntas). En el agua, te pica una medusa (¿pican las medusas?): es un latigazo instantáneo (que luego arde y deja una marca roja —que te recomendaron cubrir con arena—, pero no dura mucho).
Así es el final del verano, como un latigazo de despedida.
Las sombrillas se cierran y se guardan.
Se lavan los bañadores (trajes de baño) y se guardan para la próxima temporada.
Cambian las rutinas.
Hay nostalgia y alivio a la vez.
E incertidumbre, claro, esa no se va con el verano.
Es la naturaleza misma del mundo en que vivimos, aunque todavía nos cueste aceptarlo.
Un año!!! Wow qué rápido, te extraño, me da un enorme gusto saberte bien y llevando tu aventura valiente como eres!! Abrazos
ResponderBorrarYo también te extraño, Susy. A ver si organizamos una videollamada pronto... Abrazos de vuelta.
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