domingo, 22 de noviembre de 2020

Home 19, armando el rompecabezas 2

Hoy en el blog es el día de mí mamá: su cumpleaños. Cada año la pienso, la extraño, me pregunto cómo habría sido tenerla cerca. Quizá uno de las cosas que mi mamá y yo compartimos, sin darnos cuenta, fue la sensación de orfandad.

De ser huérfano o huérfana dice el DLE que es un adjetivo dicho de una persona menor de edad: a quien se la ha muerto el padre o la madre o uno de los dos. Y mi madre lo era. Perdió a su madre a los 6 o 7 años, de un cáncer de páncreas que se llevó al mi abuela Adela en un suspiro. Cuentan que mi madre niña se escondía bajo la cama de su madre moribunda. Y la puedo ver, sola, helada. desamparada (a lo que alude también el adjetivo, a la falta de algo, especialmente de amparo).

Esa condición de orfandad marcó su maternidad del mismo modo que marcó su vida toda. Y marcó en particular su relación conmigo, con su hija mujer, de quien no pudo acabar de diferenciarse y, así, me heredó esa sensación de falta de ayuda, favor o valimiento a que se refiere el mismo diccionario cuando define el sustantivo orfandad.

En estos días de vuelta de España en que reflexiono sobre el hogar y lo busco, el proceso me ha llevado a tocar esa ausencia, esa orfandad, esa falta de comodidad o de familiaridad, de armonía con mis alrededores. Y me doy cuenta cómo el origen de ese espacio inquietante está en esa ausencia ancestral que me vincula con mi madre.

Ver el fenómeno, volverlo a ver y seguir entendiéndolo, es un paso más hacia la reconciliación conmigo misma  y un paso necesario hacia la reconciliación con el espacio que me rodea, Y mientras sigo recorriendo el camino, le dejo hoy a mi ma una foto del retrato de mi abuela Adela que vive en mi recámara de Cuernavaca y que estos días de alguna manera me ha bienvenido.







Ojalá, ma, encuentres, donde quiera que estés, esa sensación de bienvenida y pertenencia que tanta falta te hizo en esta vida.


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