Hoy es el día de Mausy en mi calendario personal. Despierto al son de la licuadora. Es demasiado temprano, pero en Madrid y en Barcelona ya van a dar las 2 de la tarde y mi cuerpo lo sabe. Sigue confundido. Mi mente también.
Hoy recuerdo a Mausy, como cada año, porque necesito un día para recordarla y el aniversario de su muerte se convirtió en ese día. Pero la recuerdo no porque murió, sino porque en vida me regaló esta casa a la que he vuelto hace poco después de un año de ausencia. En ese año, la soñé, la extrañé, la eché de menos, la imaginé. Sobre todo durante los meses del confinamiento en Madrid. Hoy no la reconozco. Aún. Solo a trozos.
Hago fotos, siempre hago fotos, dentro de la casa, fuera de la casa, en el camino: es una estrategia para reconocer, para recuperar, para darle sentido a lo que hoy se encuentran mis ojos, tan distinto de lo de ayer, o quizá menos de lo que creo o quizá totalmente. Como el río de Heráclito, que siempre es otro, y siempre otra la que se mete en él.
Siempre otra quien vuelve a casa. En pos de una Ítaca distinta de la que nos vio partir.
Anoche leía un libro que fui a buscar en Barcelona en mi último paseo por el centro con Àngels. Sin saber por qué, decidí que tenía que leerlo, que sería mi acompañante en el viaje de vuelta y, así, llegué por instrumentos a una librería del Rabal llamada La Lata Peinada, especializada en literatura latinoamericana, y me encontré con él último ejemplar disponible en ese momento de Una casa lejos de casa de la escritora argentina afincada en Madrid, Clara Obligado, un ensayo sobre la escritura extranjera.
Y llevo dialogando con el texto, a través del texto, más allá del texto, desde que cayó en mi manos. Dice Clara, entre otras muchas cosas que le ponen palabras suyas a los sentimientos míos:
Todo era tremendamente familiar, y a la vez extraño. Esa es la percepción que se tiene del propio país [de la propia casa, respondo yo], cuando se vuelve.
Hoy para Mausy, como agradecimiento por tener esta casa familiar y extraña a la vez, una foto tomada desde mi balcón, que da cuenta, a su modo, de esa extrañeza del regreso:
peces en el cielo |
Se fue una y regresó otra, la casa cambia en este tiempo!! Abrazos
ResponderBorrarYa (como dicen los españoles como para asentir, quizá con cierta resignación...). Aprenderé a reconocer a la otra y el espacio nuevo. Te abrazo (a ver si pronto en persona, con mascarilla y esas cosas...)
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