Me acuerdo perfecto de la primera vez que vi esta cinta de Quentin
Tarantino, cuando se estrenó en Cuernavaca, allá por el 2003, pocos meses
después del divorcio (calculo). Fui al Cinemex de la carretera, que entonces
era el único cine decente de la ciudad, con mi amiga Shanti. Era de noche y
creo que ella y yo éramos las únicas en la sala o casi las únicas. Yo, en
realidad, no tenía mucha idea de qué iba a ver. Supongo que Shanti me
convenció. Mi relación con Tarantino no era buena. Lo confieso: no me había
gustado su Pulp Ficiton y pensé que se trataba de un asunto generacional
bastante infranqueable.
Pero cuando acabó lo que se llamó la primera parte de Kill Bill, aunque yo
considero que es una sola película dividida por motivos no cinematográficos,
estaba yo completamente enamorada de The Bride (aka Beatriz Kiddo y Black
Mamba, encarnada por Uma Thurman) y su maravilloso traje amarillo. No solo eso,
la sensación que me quedó al llegar a ese final que no era el final, era la de
querer que siguiera matando enemigos conmigo acompañándola en el proceso. Hasta
ese momento, esa faceta de mi personalidad había permanecido escondida.
Mis sensaciones con la segunda parte (del 2004) no son tan claras, porque
creo que desde un principio las integré como un todo. Pero bueno, la escena
final cuando ella se va con su hija recuperada (consigo misma recuperada) es
memorable y sanadora. Aunque nunca llegué a colgar el póster de The Bride en mi
cuarto (nunca fui mucho de colgar pósters), la mujer de amarillo que despertó
de un coma para tomar la vida en sus manos y ajustar las cuentas que era
necesario ajustar sigue siendo una inspiración.
Recuerdo que volví a ver la peli en compañía de un novio durante una estancia en el Pirineo aragonés (en el 2005) y después compré los devedés y la compartí también con mi hijo. Repasando su filmografía, me doy cuenta de que para mí Tarantino es un cineasta de una peli, Kill Bill, con la que culmina, además, esta selección de mis 10 obras cinematográficas favoritas (aunque se quede corta). Posterior a ella, disfruté mucho también Django Unchained, en el 2012 (cómo olvidar esa escena de la sangre tiñendo de rojo una blanca flor de algodón) pero poco más, a pesar de la insistencia de mi hijo, que acabo siendo mucho más fan que yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario