Llevo ya un año y piquito de regreso en México y hoy me parece increíble haber estado fuera casi ese mismo tiempo. Como nos hace cuestionarnos el Buda en sus enseñanzas, ¿cuál es, en realidad, la diferencia entre un sueño y el día de ayer (o el año pasado) vistos desde hoy? Pues eso, como dicen en España para zanjar lo inzanjable...
Hoy me cuesta trabajo, también, imaginar mis días de convivencia con Mausy, la tía que, junto con su marido, un primo hermano de mamá, me regaló la casa donde vivo. Pero queda este lugar, que llamo hogar, aunque la noción vaya más allá de una dimensión física, como prueba de nuestro cariño.
Lo cierto es que nuestra vida, la de Santiago y mía, hubiera sido mucho más difícil sin contar con este espacio. Y mi agradecimiento para Mausy se renueva cada año cuando la pienso, en especial, en su aniversario de muerte. No recuerdo cuándo era su cumpleaños. Me parece que en marzo, pero ni idea del día.
Hoy, para celebrar su generosidad, le dejo esta primera flor de un cactus que vive en el balcón de mi casa y al que yo no había visto florear antes. Y la vida es así, una mezcla de flores y de espinas, cuya diferencia radica más que nada en nuestra mente, en la manera en que nos relacionamos con ellas:
Y Un beso enorme también para ti, Mausy, con mi deseo de que donde quiera que estés, encuentres la felicidad verdadera y perdurable.
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