martes, 16 de noviembre de 2021

Historia de un espejo

Hace 6 años y medio, 7 el próximo mayo, hice un viaje a Lisboa. (Diría hicimos, pero el plural se desvaneció casi instantáneamente.)

Uno de los sitios que visité fue la Casa Fernando Pessoa. Destacan en mi memoria la máquina de escribir del poeta. Su cama. Su sombrero. Y unas fotos hechas en los espejos de su recámara.

Y en la tienda del museo, compré dos espejos redondos, pequeños, de bolsillo. Uno para mí y uno de regalo para la otra mitad de ese nosotros que se desvanecía. Ambos tenían un verso de Pessoa. Del verso en el espejo regalo no conservo memoria. El que yo me quedé aún dice: Desejo impossivelmente o possível.

Hasta ayer eran letras negras sobre un fondo blanco. Pero, de pronto, la vida entera, con todas sus imperfecciones, se le metió dentro: Abrí mi bolsa (una nueva que tiene un compartimento secreto que queda al revés de todo) para buscar una pastilla y atajar un incipiente dolor de cabeza. El círculo espejo salió volando y aterrizó de cara en el piso. "No me digas que se rompió...", pensé, hablando con no sé quién, conjurando inversamente la buena salud del cristal. Pero su destino se había manifestado irremediablemente: Se rajó, dejando dos mitades disparejas.

Le levanté y lo llevé de inmediato al baño. Hace mucho aprendí que para romper el maleficio de los 7 años de mala suerte que supone la ruptura de un espejo, hay que echarle agua. (Juraba que ya había escrito sobre la vez que mi abuela Rosa me echó la maldición cuando le rompí un espejo a los 7 años, pero no lo encontré. Queda pendiente esa historia.)

No lo metí abajo de la llave, pero casi. Cuando acabé el ritual, me di cuenta de que el agua se le había colado dentro, convirtiéndose en un marco, gris e irregular, del fondo blanco. Lo puse al sol, pero ya tampoco tenía remedio. Al cabo de unas horas, se llenó, además, de manchas color café rojizo, para las cuales no encuentro explicación...

Quizás sería un buen correlato objetivo en una novela. 

Quizás podría hacerme con otro espejo.

Quizás sea ya momento de dejar de desear imposiblemente lo posible.

Quizás solo faltaba soltar el último poso.

Quizás.










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