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Huele a alhelís y a cempasúchiles. No huele a terciopelos ni a copal. No hay fotos ni calaveritas.
Este año, los cuatro ríos de la enseñanza del Buda: el nacimiento, le enfermedad, la vejez y la muerte.
La impermanencia. La transitoriedad. El cambio continuo
La muerte en cada paso que damos. Desde que nacemos.
Yo que no existo.
Que he sido unas y otras y cada día dejo de ser para volver a ser y, así, a cada momento.
Y están, cómo no, (imperceptibles) los que se fueron.
Los que han pasado.
Los queridos más y los queridos menos.
Los que se quedaron un rato y los que no se quedaron.
Y mi Ñaña. Guardiana. Compañera. Cómplice.
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