sábado, 13 de noviembre de 2021

Mi abuelo Román

Yo de mi abuelo Román no sé muchas cosas. Muy pocas, en realidad. Hoy cuando desperté, creí recordar que el 13 de noviembre era su cumpleaños, pero igual fue el día que murió. No estoy segura. Alguna prima por ahí podría tal vez confirmármelo. 

Conservo esta foto de él de joven, en el servicio militar. Quizás.












La foto está tomada en Gijón, cerca de donde nació mi abuelo: Avilés. En Asturias. A orillas del Cantábrico.

Se qué mi abuelo fue el único republicano de su familia y ejerció algún puesto en la Junta de Avilés. Tras la derrota en la guerra civil, tuvo que irse a Francia, donde pasó un tiempo en un campo de concentración. Luego logró viajar a América. Su primera parada fue Cuba, donde tenía familia, la del tío Segundo, pero él quería empezar por sus propios méritos, así que siguió el viaje hasta México. Su mujer y sus hijos, acompañados de un cuñado y su esposa, lo siguieron en etapas: No fueron a Francia, pero hicieron una escala larga en Bilbao, desde donde tomaron el último barco que salió a América. También pararon en Cuba y finalmente se reunieron con Román en Veracruz. Se establecieron en la Ciudad de México.

Supongo que la familia tuvo varias casas. Yo recuerdo muy vagamente el departamento de la Colonia Doctores y con mayor claridad una casa azul de dos pisos en la del Valle, creo que en la calle de Esperanza. Mi abuelo se sentaba a la mesa con nosotros cuando íbamos a comer todos los martes y prácticamente no hablaba. Después de la comida se iba a tomar el café y jugar dominó con sus amigos, en algún lugar de reunión de refugiados españoles.

A mí abuelo se le notaba el exilio en la cara. Era serio. Adusto. Quizás no siempre lo fue. Quién sabe. Sé que su relación con su único hijo varón, mi papá, era tensa. Hablaban poco y cada vez fue menos. La relación casi se trunca después de un pleito en una navidad, la de mis 15 años. La de la llegada de Manuel. Después de eso, los visitábamos en su departamento de la calle de Uxmal, en la Narvarte, pero yo creo que se acabaron las comidas de los martes.

Mi abuelo conservaba el contacto con su familia al otro lado del mar. Fue él quien le escribió a mi tía Delia, su sobrina que vivía en Barcelona, para organizar mi primera visita a su casa. Tras la muerte de Franco, hizo un único viaje de vuelta a su tierra, acompañado por mi abuela y por mi padre. Sobrevivió la visita, pero la tristeza se hizo más profunda.

A mi abuelo, a medida que se fue haciendo más grande, le daba miedo morirse de noche mientras dormía. Entonces, pasaba la noche en vela y dormitaba de día, sentado en algún sofá de su casa. Al final, murió en su cama, creo, junto a su compañera de toda la vida, mi abuela María Luisa. 

Mi abuelo es un personaje de mi primera novela, donde es una presencia severa, sin nombre. Así lo vive su hijo, Rodrigo, inspirado en mi padre. 

No recuerdo haber tenido nunca una plática con mi abuelo. No me asustaba, pero tampoco me invitaba a acercarme. La mezcla de tristeza y esfuerzo por que no se notara la tristeza le hacía difícil, supongo, el contacto con los demás. Quizás para alguno de mis primos mayores la experiencia haya sido diferente. Sí recuerdo que mi mamá le decía "papá", como a mi abuela María Luisa le decía "mamá".

Conservo también esta foto de él ya mayor que me regaló mi tía Marisa, junto con una de mi abuela, ambas enmarcadas igual. Viven en un librero de mi cuarto, junto a mi cama:




No hay comentarios.:

Publicar un comentario