No dejes que la vida te endurezca el corazón
Cuando tenía como seis años, recibí una enseñanza esencial de una anciana sentada al sol. Pasaba yo un día frente a su casa, sintiéndome sola, no querida y enojada, pateando cualquier cosa a mi paso. Riéndose, me dijo: "Niñita, no vayas a dejar que la vida te endurezca el corazón".
Allí mismo, recibí esta instrucción medular: podemos dejar que las circunstancias de nuestra vida nos endurezcan, de modo que nos volvamos cada vez más resentidos y temerosos, o podemos dejar que nos suavicen y nos hagan más gentiles y abiertos de cara a lo que nos asusta. Siempre tenemos esa opción.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.
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