Hemos creado la ilusión de una identidad única e inmutable, un "yo" individual que creemos que se mantiene fijo en algún lugar dentro de nosotros todo el tiempo mientras las sensaciones y los pensamientos vienen y van. En el budismo, el término que usamos para describir esto es "ego". Nuestra presunta identidad conduce a la discriminación y escinde la unicidad natural de nuestra mente en dos. Impone una relación dualista entre nuestro ego/yo y el objeto, dividiendo la experiencia en lo visto y quien lo ve, lo sentido y quien lo siente, lo pensado y quien lo piensa. Esta es la base para nuestro aferramiento. "Queriendo esto" y "no queriendo aquello", proyectamos el apego y la aversión del ego sobre el mundo externo. De hecho, no hay un "yo" más allá de nuestra conciencia básica, no hay un "yo" diferente de la experiencia. La experiencia es todo. No tenemos ninguna posesión de ella. Si no reconocemos esto y atenuamos estas proyecciones, seguiremos sufriendo.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.
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