martes, 5 de agosto de 2025

Mi prima Pepa


Mi prima Pepa se llamaba Josefina. Y digo se llamaba porque supe que murió el pasado 1o de agosto, después de haber estado enferma. A mí no me avisan lo que sucede en la familia, pero de un modo u otro me entero. Y también me duele lo que duele, o me alegra lo que alegra.

Mi prima Pepa se llamaba así en honor a mi tía Pipipa (sí, la tocaya de mi muñeca), la Josefina original (cuyo nombre no sé de dónde heredó) y hermana de mi abuela María Luisa (no recuerdo si mayor o menor que ella, sí recuerdo que nunca se casó y nació, vivió y murió en Avilés). Avilés fue la cuna de mi papá y de sus 3 hermanas, la segunda de las cuales, mi tía Angelita, fue la mamá de Pepa, que a su vez fue la mayor de 3: una hermana y dos hermanos. Su papá fue mi tío Federico, a quien recuerdo haciendo chistes o compartiendo su sabiduría.

De los 13 nietos y nietas de mis abuelos Román y María Luisa, de quienes hablo acá, Pepa es la pérdida más reciente. Ninguno de los primos que se ha ido, 6 ya, ha llegado a cumplir los 80, Quedamos 7: un pelín más de la mitad.

De mi prima Pepa sé poco, más allá de lo que se sabe por default, digamos, en la familia. Nunca conviví demasiado con ella. La ocasión de más cercanía fueron 9 días que pasamos en casa de su hermana Angelita en Acapulco, como cuento aquí. Entonces parecía esbozarse una relación entre adultas, pero se quedó en intento.

Entonces, en la alberca, Pepa me contó de su pasión por nadar y de su sueño de haber competido en algunos Juegos Olímpicos. Pero su mamá tenía otros planes. Creo que ella lamentaba no haber proseguido esa senda. También hablamos de oscuridades familiares y Gela, su hermana, comentó que a su mamá y a mi papá les hubiera dado gusto vernos juntas. 

La última vez que vi a Pepa debe haber sido hace 9 años, en el bautizo de su nieto Joaquín, hijo de su segunda hija, Ángela. (Ella y su hermana nombraron a sus hijas con sus propios nombres cruzados. Pepa tuvo también a Marina, su hija mayor.) No recuerdo a Pepa con claridad en esa ocasión y ya no hubo otras. Joaquín la extrañará mucho. Qué pena.

Hoy la pienso y deseo que su tránsito entre las vidas sea fluido y suave. Le dejo este botón de rosa, como promesa de una vida nueva donde espero que encuentre la felicidad duradera:
















Ojalá encuentres, prima, la paz y satisfacción que en esta vida parecían escapársete. Que mi cariño te acompañe, aun de lejos.

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