...desde hace 17 o 45 años, te levantas un poco más temprano que él. Pones la tetera para ti y a él le dejas preparada la cafetera. De otro modo, es incapaz de despertar. Con sendas tazas en mano, se sientan frente a la ventana que da al desierto. Hablan durante media hora, más o menos, de todo y de nada. Es el comienzo de su día juntos. Y te encanta. Supones que a él también. Revisar y aclarar suposiciones siempre ha sido un ejercicio productivo entre ustedes. Contar algún chiste también. Y tomarse de las manos.
Pasados los minutos de costumbre, él se levanta para bañarse, vestirse, acicalarse y marcharse al trabajo. Tú trabajas desde casa, así que no necesitas ningún arreglo especial. (Solo a veces, para alguna videollamada.) Hoy es tu día de meditación y plática virtuales con tu nueva amiga. Y hoy la reunión es más temprano porque ella tiene quién sabe qué cosa con su hijo a la hora en que suelen encontrarse.
Tú le has pedido a él que pase a despedirse a tu estudio y, así, aprovechas para presentarlos. Tarda un poco, pero le pides a ella que tenga paciencia. Finalmente, él aparece. Se acerca a la pantalla. Ella le dice que es un gusto conocerlo y que ha oído hablar mucho de él. Espero que puras cosas buenas, dice él. Casi todas, dice ella. Te ríes con ellos.
Entonces él se despide de la pantalla y se acerca a ti, te besa en la boca, tú le devuelves el beso y se dicen "I love you". Ella se convierte en testigo impensado de este momento de intimidad. Tú no puedes ver cómo se le anegan los ojos...
| de la caminata matutina de ella |
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