Para Itzel, que escribió, sin saberlo o quizá sabiéndolo, la primera parte de mi entrada
Parece que las lluvias llegaron cargadas de memorias. O será que conforme envejecemos, los recuerdos llueven con más frecuencia y menos aviso. El caso es que unas semanas atrás me acordé de un primo que hace casi 30 años quiso casarse conmigo y yo no le correspondí. A partir de mi negativa, comenzó a escribirme cartas larguísimas que describían su tristeza. (Antes había escrito hermosas cartas de amor - de esas que tardaban 15 días en llegar por correo y cuyo arribo alegró los oscuros días de mi primera juventud.) Solía firmar sus misivas aludiendo a la distancia que nos separaba (me parece que se refería a los 8,000 kilómetros de mar y tierra entre Barcelona y la Ciudad de México o quizá esté escribiendo yo un despropósito) y haciendo hincapié en que no era distanciamiento.
Distanciamiento, según la RAE, es, entre otras cosas, el "enfriamiento de la relación amistosa y disminución de la frecuencia en el trato entre dos personas". Y como decía hoy en su blog, a propósito de las distancias, alguien que vive de momento al otro lado del Atlántico, las más peligrosas son las que nos llevan a olvidar, o sea, los distanciamientos.
Distanciamiento, según la RAE, es, entre otras cosas, el "enfriamiento de la relación amistosa y disminución de la frecuencia en el trato entre dos personas". Y como decía hoy en su blog, a propósito de las distancias, alguien que vive de momento al otro lado del Atlántico, las más peligrosas son las que nos llevan a olvidar, o sea, los distanciamientos.
Para Javier, que escribió cartas de amor y de desamor, desde la distancia del tiempo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario