El primero, huidizo. Por más que lo intenté, mi cámara no se decidió a captarlo con claridad. Lo dejó en segundo plano, tras la punta brillante de una hoja, mimetizado, como estaba, con la planta.
El segundo, inadvertido al momento de disparar, solo apareció ante mis ojos cuando bajé las fotos en la computadora. Y entonces me sorprendió su nitidez sobre la flor, como si hubiera estado esperando a ser descubierto.
Así los caprichos del lente de mi cámara, así los caprichos de la vida.
Recordatorios de que las cosas no son como nos gustaría que fueran, pero siendo como son, nos maravillan con lo imprevisto, si nos acordamos de estar atentos.
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