Y entre los jardines recién cortados y los más libres, me quedo con los segundos. Porque crecen hierbas y flores sin nombre, según llueva más o menos. Porque hay un riesgo de que las plantas indeseables se apropien del espacio. Porque cuando viví en la casa que mi papá construyó en las faldas del volcán, amaba los arbustos que salían al fondo del jardín, junto a la barda, de flores pequeñas, rosa intenso, o las plantas mínimas que se asomaban en cualquier grieta o en las macetas con las plantas más preciadas, y se llenaban de globitos amarillos ("bolsas de Judas", les decían en el pueblo). Mi padre le pedía al jardinero que las arrancara, y yo logré salvar a más de una durante mi estancia (o por lo menos, soñé con hacerlo).
Y porque más veces que no, me da por meterme en jardines, de los cuales no sé luego cómo salir.
O me lleva mucho mucho tiempo.
(Aunque en México no se usa esta expresión, yo la aprendí hará unos cuatro años y la RAE la explica bien:
meterse alguien en un jardín
1. loc. verb. Enredarse innecesariamente en un discurso o parlamento teatral o en una situación complicada.)
Y aquí un jardín recién cortado, que visto a ras de suelo no lo parece tanto:
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