El fin de semana pasado fui a casa de una amiga de la escuela, cerca de Yautepec, en pleno campo morelense. Sabiendo de mi afición por la fotografía, me invitó a dar un paseo hasta el río que corre cerca de su propiedad e incluso me prestó unas botas de hule, pues mi calzado era totalmente inapropiado para la "aventura". No fue un recorrido muy largo, pero estuvo lleno de un despliegue impresionante de flores silvestres, mariposas de colores, libélulas tan azules como el cielo y aún de bichos desconocidos.
Uno de los mayores gustos que tengo cuando saco fotos es encontrarme con seres que se cuelan en las imágenes sin que yo me dé cuenta y que solo descubro cuando descargo las fotografías en mi computadora. Es como una complicidad secreta entre mi camarita rosa y la naturaleza.
Ya en el camino de subida desde el río, me detuve por enésima vez para volver a sacar unas flores amarillas, que parecen flores de calabaza en miniatura. Cuál no sería mi sorpresa cuando en casa me topé con este bicho (digno de una película de ciencia ficción). Me encantó, además, que la cámara eligiera enfocar sus "apéndices sensoriales pares" propios "de la cabeza de los artrópodos", o sea, sus enormes antenas a rayas blancas y negras.
Supongo, pues, que el bicho en cuestión será un insecto (no parece ni crustáceo ni araña), aunque solo algún amigo entomólogo podría confirmarlo.
Helo aquí:
¿Parece un tipo de Mantis Religiosa, no? (Personalmente, ¡No me gustan los insectos!)
ResponderBorrar¡Saludos Adela!
¡Qué gusto que te pases por aquí, Gina, y me dejes un comentario! Vete tú a saber qué bicho será (yo no le veo cara de mantis). A mí me parecen fascinantes los insectos, aunque de pronto me puedan dar algo de aversión. Te mando un abrazo.
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