sábado, 16 de febrero de 2019

Bruno Ganz


Bruno Ganz, en una de sus últimas apariciones públicas.
Bruno Ganz, en una de sus últimas apariciones públicas 

Imagen: EFE

Me acabo de enterar que murió Bruno Ganz. Y lo supe por un amigo común.

Porque Bruno Ganz no lo sabía, pero fue nuestro amigo. Desde hace más de treinta años cuando fue Paul en la Lisboa de Alain Tanner (Dans la ville blanche). Y lo conocimos, y nos conocimos, en el Cine Casablanca de Barcelona, que desapareció mucho antes de que nos dejara Bruno.

Tampoco supo que le prestó su nombre a ese hombre, que fue amigo y fue amante y tuvo un amor y lo perdió. Dos veces. No se enteró, tampoco, que una mujer volvería a cambiarle el nombre a ese hombre, muchos años después, conservando el de Bruno en el lugar más escondido de su corazón.

Y Bruno hizo tanto y fue tantos. El Damiel de Wim Wenders, por ejemplo, y el Hitler final.  (Y hoy me entero también que lo veremos siendo el último Freud.) A mí se me apareció hace poco, cuando menos lo esperaba (o quizás, sí) en un tren que me llevó de Madrid a Barcelona. Pero me lo perdí de Virgilio junto al Jack de Von Trier.

Y lloré cuando supe de la muerte de Bruno. Porque fue nuestro amigo. Y con él se va un hilo más de los que unieron a ese hombre y esa mujer.

Aunque también es cierto que siempre les quedarán Lisboa y el British Bar y el reloj que marcha hacia atrás:




Gracias, Bruno, por tanto, y buen viaje.

1 comentario:

  1. Sin palabras... Aunque el reloj del lisboeta "British Bar" gire al revés.. el tiempo siempre juega en contra... Adiós, amigo Bruno...

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