viernes, 15 de febrero de 2019
sueños 14 y 15.
Acá, hace casi cuatro años, conté de una ocasión, la primera que registré, cuando una amiga me decía, por mensaje de Facebook, que había soñado conmigo. Y ahora, en el lapso de menos de un par de meses, dos amigas más compartieron, por el mismo medio, una experiencia similar.
El mero día de Navidad, Gina me contaba que se le había quedado súper marcado un sueño conmigo: ¡Soñé que vendías orquídeas! Que tenías un gran negocio y que nos enseñabas todas las variedades que tenías. ¿Será por tus fotos de flores?
Y hace apenas algunos días, Maru, me comentaba: Soñé contigo y tenías una mascota: ¡¡un pingüino bebé!! Le dabas un pequeño biberón...
Me sigue pareciendo fascinante eso de aparecerme en la vida de otros, aunque sea solo en la dimensión onírica y aunque no sepa el motivo ni el significado.
En la Biblia se interpretaban los sueños. Igual en diferentes tradiciones místicas, religiosas o esotéricas. Sigmund Freud le dio un giro diferente al convertir la práctica en uno de los pilares de su técnica psicoanalítica. Y la sabiduría popular asocia ciertos sueños con significados establecidos, más o menos precisos.
Yo, con mis pacientes en psicoterapia, no interpreto, sino que uso sus sueños, cuando los tienen y los quieren compartir, como punto de partida para el procesamiento de situaciones perturbadoras de su vida. Ya su psique (más o menos consciente) se encarga de revelarles el significado, sin la intervención de mis (inevitables) proyecciones. En ocasiones, hago el ejercicio de intentar comprender algo de su proceso, entendiendo cada personaje del sueño como una parte de sí mismos.
Yo no tengo idea de qué parte de Gina o de Maru podría yo representar, pero habérmeles aparecido a estas mujeres que conozco desde la infancia entre orquídeas o alimentando a un bebé pingüino, y que además me lo hayan compartido, me parece digno de contarse (y de agradecerse).
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