La impermanencia es belleza
Las flores de verdad son mucho más bellas que las de plástico, en parte, debido a su impermanencia. La gente aprecia las estaciones, el otoño y la primavera, porque las estaciones son un proceso de cambio. Cada estación es un tiempo precioso. De esta manera, la impermanencia es belleza.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía.
Así es como Chogyam Trungpa Rinpoché, el primero de mis maestros en el camino del Buda, habla del cambio, de la transitoriedad, de la belleza que surge del hecho de que las cosas no permanezcan. Ni las experiencias. Ni los atardeceres. Ni los amores.
Y, bien visto, es una bendición. De otro modo, nuestra existencia estaría petrificada o grabada en una cinta inamovible como aquella del Morel de Bioy Casares.
Un rasgo más de ese cambio continuo, es la regularidad de ciertas apariencias, que aunque siempre diferentes, nos remiten a otras que reconocemos porque las hemos visto antes, porque no son familiares. A ver, en otras palabras (que estas no salieron muy claras): Llevar diez años con este blog, me permite ver los ciclos que se repiten cada año con mucha nitidez:
La época de las jacarandas, que anticipan la primavera y cubren calles y aceras de flores moradas y de ese perfume sutil y dulzón, uno de mis aromas predilectos, cuando empiezan a descomponerse.
Y, bien visto, es una bendición. De otro modo, nuestra existencia estaría petrificada o grabada en una cinta inamovible como aquella del Morel de Bioy Casares.
Un rasgo más de ese cambio continuo, es la regularidad de ciertas apariencias, que aunque siempre diferentes, nos remiten a otras que reconocemos porque las hemos visto antes, porque no son familiares. A ver, en otras palabras (que estas no salieron muy claras): Llevar diez años con este blog, me permite ver los ciclos que se repiten cada año con mucha nitidez:
La época de las jacarandas, que anticipan la primavera y cubren calles y aceras de flores moradas y de ese perfume sutil y dulzón, uno de mis aromas predilectos, cuando empiezan a descomponerse.
Seguida de la de los tabachines, que mi amiga Raquel de las Canarias, llama flamboyanes. (Luego descubrí que en mi tierra hay quienes lo llaman así también.)
Y entre medio el jacalasúchil, o flor de mayo, de flores con otro aroma divino, imposible de poner en palabras, y el recuerdo de la casa de mi abuela Rosa en la calle de Jalisco, en Cuernavaca también.
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