o del "fracaso" y anexas
El DLE propone cuatro acepciones para el sustantivo fracaso. La que más me gusta es:
3. m. Caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento
Aunque
2. m. Suceso lastimoso, inopinado y funesto
tampoco está mal.
La más suave habla apenas de un malogro o del resultado adverso de una empresa o negocio.
Para mí esta palabra recién reveló un significado mucho más profundo y personal, gracias al trabajo que hice con Isa en una sesión de intercambio compasivo.
Cuando cerré los ojos y me dejé entrar en las sensaciones alrededor de mi reticencia a seguir con mi proyecto de novela, me vi con la cara estrellada contra el piso. Tenía 16 años e iba corriendo alrededor del patio en la clase de deportes. Se me torció el tobillo y, como hacía frío y traía las manos guardadas en las bolsas de la chamarra, me caí y aterricé con la nariz.
Y entonces surgió la palabra "fracaso" como una maldición. Unida, además, a las palabras de mi madre en el mismo sentido. Y de ahí, mi creencia, profunda y sutil, de no ser capaz de tener éxito. Y de la creencia, los comportamientos que actualizan la maldición. Una y otra vez.
Y, entonces, me sentí petrificada. Acechada por una sombra, la del fracaso, la de la maldición, como una niña a quien la persigue la sombra de un lobo enorme. Y me sentí incapaz de conectarme con ella. Conmigo misma.
Hasta que al final, con los ojos cerrados, pude colocar las manos sobre mi corazón.
Cuando abrí los ojos, se derramaron las lágrimas que allí se habían guardado.
Para mí esta palabra recién reveló un significado mucho más profundo y personal, gracias al trabajo que hice con Isa en una sesión de intercambio compasivo.
Cuando cerré los ojos y me dejé entrar en las sensaciones alrededor de mi reticencia a seguir con mi proyecto de novela, me vi con la cara estrellada contra el piso. Tenía 16 años e iba corriendo alrededor del patio en la clase de deportes. Se me torció el tobillo y, como hacía frío y traía las manos guardadas en las bolsas de la chamarra, me caí y aterricé con la nariz.
Y entonces surgió la palabra "fracaso" como una maldición. Unida, además, a las palabras de mi madre en el mismo sentido. Y de ahí, mi creencia, profunda y sutil, de no ser capaz de tener éxito. Y de la creencia, los comportamientos que actualizan la maldición. Una y otra vez.
Y, entonces, me sentí petrificada. Acechada por una sombra, la del fracaso, la de la maldición, como una niña a quien la persigue la sombra de un lobo enorme. Y me sentí incapaz de conectarme con ella. Conmigo misma.
Hasta que al final, con los ojos cerrados, pude colocar las manos sobre mi corazón.
Cuando abrí los ojos, se derramaron las lágrimas que allí se habían guardado.
Y me sentí liberada. De la sombra. De la petrificación. De la maldición.
(Gracias, Isa, por la guía y la compañía.)
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