miércoles, 9 de octubre de 2019

g r o u n d l e s s n e s s


Una traducción libre de este término podría ser algo así como «estado carente de base o fundamento». Desde que empecé a recibir enseñanzas budistas, hace ya bastantes años, me lo he topado una y otra vez, en libros, en las palabras de mis maestros, en las canciones de realización.

Es un término usado para describir la realidad tal y como es, no como creemos que es. O sea, que tenemos muy poco —por no decir nada— de donde agarrarnos. Todo es pasajero e ilusorio. A lo más que podemos aspirar es a controlar nuestra mente, en el sentido de conocerla, de trabajarla, de familiarizarnos con ella y sus diferentes aspectos. Más allá de eso, nada está bajo nuestro control.

A esto es a lo que alude el término g r o u n d l e s s n e s s.

Lo que suele suceder es que nos inventamos asideros para hacernos creer que podemos agarrarnos de algo o de alguien, solo para descubrir —más tarde o más temprano, con más o con menos conciencia— que tales asideros son meras invenciones de nuestras mentes neuróticas empeñadas en hacer posible lo imposible. En buscar seguridad donde no la hay. En buscar certeza donde no la hay. En negarnos a aceptar las cosas como son.

En fin, que todo esto para llegar a que desde hace unos días, ahora que se acerca más mi partida a Madrid, empecé a experimentar una sensación de estar con un pie en el aire y el otro no sé bien en dónde. Y esto se ha manifestado en detalles tan nimios como empezar a lavar la ropa que me voy a llevar y, una vez que está limpia, guardarla y no volver a usarla y solo usar la que no me voy a llevar.

Lo mismo me sucedió con mi bolsa. Entonces estrené otra que llevaba años en el clóset (después de regalar varias más) y como que no me hallo, aunque me la han chuleado mucho. En mi cuarto, el caos se ha ido apoderando de los espacios, que ya no se pueden acomodar como antes, sino que las cosas ahora se van alineando rumbo a la maleta y a los meses fuera de casa. (Nunca antes había planeado una estancia larga en otro país.)

Descubrí, también, que cuando camino por la calle, como que floto, como que las cosas brillan más, como que me conecto más con las personas (la señora grande, de acento español, que en la fila del súper me cedió el lugar porque yo tenía como dos cosas menos que ella y se despidió dándome una bendición, o la chica que vendía ciruelas, de esas de hueso enorme tan típicas de esta época en Morelos, que no paraba de sonreír mientras escogía las frutas que le iba a comprar).

Cuando caminaba a casa, después del súper y de las ciruelas, de pronto me di cuenta que lo que me estaba pasando era una experiencia, ni más ni menos, de g r o u n d l e s s n e s s, de estar viviendo en el momento presente sin intentar aferrarme a mis asideros favoritos. 

Ojalá pueda seguir así, encontrando la conexión con la manera en que son las cosas y soltando los patrones viejos, fuente inagotable de sufrimiento.

1 comentario:

  1. Qué emoción leerte!! Presente puro presente, gozo y disfrute, te lo mereces mucho, mucho. Te quiero

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