martes, 21 de enero de 2020

Mi colección de no momentos


Hoy Madrid amanece blanca, muy blanca y con el clima desapacible, y yo pienso en lo que pudo haber sido y no fue:
  • Mi muerte de hepatitis a los siete años, al final del primer curso de la primaria. Qué miedo tuve.
  • Nuestras bodas de plata. O las de aluminio. (Por lo menos.)
  • Un funeral que nos hubiera permitido despedirnos de ti.
  • Una carrera en investigación, en la unam. En biología o en literatura. (Como habrían querido mis padres.)
  • Esa boda, la segunda, con el huipil blanco hecho en telar de cintura y decorado con la cenefa donde se entretejían hilos dorados, verdes y negros.
  • Mi suicidio cuando alguien me dijo lo terrible que era, lo egoísta que era, y se me corrió tanto el rímel verde que me pintó las lentillas.
  • Una mudanza a Barcelona para convertirla en mi ciudad y encontrar los trozos olvidados de mi corazón. Ya los he dejado ir. (Casi.)
  • Un sí, en lugar de un no, cuando cruzamos el paso peatonal, a escasas calles de la casa de mis padres. O un tal vez. (Quizá.)
  • Una visita a tu casa, donde nuestra mejor amistad continuara. Sin miedos ni reservas.
  • Otro hijo. O una hija. Qué desafío más grande.

A la António Lobo Antunes, pero al revés.
Motivada por Eloy Tizón. (Gracias.)


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