lunes, 20 de abril de 2020

Hoy


¡Apareció el calcetín perdido!

Tras un par de semanas de su caída al tendedero del tercero y dos días de su desaparición, hoy lo recuperé. Se me ocurrió bajar a ver a Maxim, el portero, a ver si tenía acceso al patio, donde igual no se veían ni rastros de la prenda. Ana suponía que alguien del tercero, que hubiera venido a hacer algo en el piso, un consultorio dental cerrado de momento, podría haberlo recogido. Yo ya lo consideraba pérdida total.

Le pedí a Ana que le mandara un wasap a Maxim para preguntarle, pero ante su poco convincente «después le escribo», supe que no lo haría. Así que a medio té, me puse calcetines y zapatos, tomé las llaves y emprendí el camino escalera abajo. Al llegar justamente al tercero, me encontré a Carmen, la vecina del séptimo. Ambas nos paramos en seco, ambas sin mascarilla, y a una sana distancia mantuvimos una conversación casi normal sobre calcetines perdidos y ejercicio en las escaleras (bueno, no tan normal). Ella me confirmó que el portero estaba abajo.

Seguí mi camino y llegué al vestíbulo del edificio. No vi a Máxim, pero lo oí. A los pocos segundos apareció, con mascarilla, al tiempo que otro vecino entraba por la puerta principal, sin mascarilla, creo. Me moví aleatoriamente, sin saber bien dónde colocarme para preservar la sana distancia. El vecino siguió su camino hacia el ascensor y desapareció.

Antes de que le pudiera decir nada a Maxim, él me preguntó: «¿Esto será de vosotras?», ni más ni menos que con mi calcetín en la mano. Le dije que sí, con una gran sonrisa, creo. Le pregunté si lo había encontrado en el patio. Me dijo que alguien lo había dejado sobre su escritorio (supongo que Ana tenía razón) y me lo dio. Le agradecí. Le dije que se cuidara y emprendí el regreso, escaleras arriba.

Entré a casa triunfante: En todo este caos, haber recuperado el calcetín y poderle devolver su pareja al que hasta ahora aguardaba sobre mi maleta (sí, ya sé que los calcetines no sienten), me pareció una historia bonita y digna de contarse.


Ana me miraba estupefacta mientras le describía mi pequeño gozo.
Nos quedamos un rato en el balcón, recibiendo el sol y mirando a la calle. 
Casi como si nada.

2 comentarios:

  1. Bendito calcetín que hizo su parte para que tuvieras un buen pretexto de hacer ejercicio, ver gente e intercambiar saludos!!

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