domingo, 19 de abril de 2020

Cosas que suceden en mi ventana 7


  • Han aparecido dos vecinas nuevas: Una joven, en la ventana que está por debajo de donde vive la pareja. Quien dice joven, dice más o menos de mi edad, o un poco menos; parece que se pinta el pelo. Salió a aplaudir ayer, con móvil en mano. Otra mayor, ochenteando más o menos, en la ventana a la derecha de la pareja. Ella se asomó menos, solo la nariz un par de veces, como buscando algo. Yo no me he atrevido a hacer ningún tipo de contacto.
  • Al filo de las nueve, con los últimos destellos del sol, un par de nubes largas, apenas si se pintaron de rosa.
  • Antes, cuando la luz dejaba ver el cielo azul, muy azul, unos pájaros negros volaban casi en círculos, alto, muy alto. Se veían pequeños y parecían estar jugando. No tengo idea qué eran, pero tuve unas ganas inmensas de irme volando con ellos.
  • Desapareció el calcetín solitario. Por más que me asomé, ya no pude verlo. Se lo habrá llevado la lluvia de anoche. Quién sabe adónde.
  • Cuando abro el vidrio una rendija, escucho trinos, gorjeos, cantos, voces: la mayoría de las veces no alcanzo a distinguir quién los emite. Soy muy miope. Los árboles están llenos de hojas. Qué sé yo.
  • El viento y lo que trae, algún aroma medio conocido, se mezcla con Bach, que emite un cd que no es mío desde el aparato de música que tampoco lo es. En un espacio ajeno. Que hoy me pesa más que otros días.
  • Los trinos y Bach se mezclan, a su vez, con el murmullo de la televisión que Ana mira del otro lado de la puerta. Del otro lado de la pared.
  • Llega el sonido de un huevo friéndose en la cocina. Salgo pitando a poner la mesa y prepararme para comer antes de que Ana me lo tengo que recordar.
  • La vecina de la pareja salió a sentarse en su ventana después de comer, supongo. Se quedó dormida con la cabeza recargada en una almohada colocada sobre el respaldo de su silla y con la boca abierta. Se ve tranquila.

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