Entre Almodóvar y don Pelayo
Tampoco
llegué a saber si a mi padre le gustaba Almodóvar. Sospecho que no. Le habría
resultado muy confrontante. Yo fui al cine sola a ver Átame cuando todavía vivía en el piso familiar. Creo que fue mi
segunda peli sola. La primera fue, seguro, Una
giornata particolare. Y sé también, sin lugar a dudas, que la afición por
el cine me viene por vía paterna. Recuerdo cuando mi papá me llevó (nos llevó:
probablemente a mi hermano y a mi mamá, también) a ver Jesus Christ Superstar. Yo tendría nueve o diez años, tal vez doce
o trece, y estaba muy avergonzada porque él me había dado la misión de sacudir
su colección de perros de porcelana que vivían dentro de una vitrina y yo, sin
querer, por descuido o por torpeza o porque la vida es así, rompí un bóxer, que
se quedó cojo y yo, sin aliento. Pero no me castigaron. No esa vez. Y lo
agradecí. Quizás tendría que haber agradecido menos.
Hoy
voy al cine cuando menos una vez a la semana. A veces dos. A veces sola; otras,
acompañada. Incluso llego a hacer una función doble. Extraño ir con mi hijo.
Veo de todo, desde la última de Star Wars
hasta Mujercitas o Sobre lo infinito. Lloro bastante y me acuerdo de mi padre a quien le habrían gustado
Mientras dure la guerra o La trinchera infinita. Dolor y gloria seguro no. Demasiado
fuera del clóset (o del armario, como dirían acá). Su vida, nuestra vida, fue
de secretos y mentiras. Y de abuso. De mí.
De mi hermano. Él mismo debió de haber sido víctima, en su momento, y
así hacia atrás, quizás hasta el mismísimo don Pelayo. Yo lo supe cuando di a
luz, pero lo volvía a guardar, bajo siete mil llaves. Pero salió, por suerte,
por goteo, como el suero de un enfermo. En varias terapias. Y por goteo se ha
ido curando también. Lo más doloroso y confuso era la mezcla con el cariño. El
único claro en mi infancia, en mi casa, y resultó ser turbio. Fue mi tía Olga
quien me salvó la cordura, hasta donde pudo, con su presencia constante, aunque
no pudiera dejar de ser un poco cómplice por el enorme miedo a un nuevo
rechazo.
Qué escena
cuando Manuela se encuentra a Lola en el funeral de Rosa y le dice que tuvo un
hijo, que ese hijo ha muerto y a Lola se le escurren los mocos y le pide
perdón. Ojalá mi padre me hubiera pedido perdón.
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