sábado, 7 de noviembre de 2020

Otoño 10, a medio camino

Ya se sabe que quien mucho se despide tiene pocas ganas tiene de irse. Bueno, yo después de mi caminata otoñal de ayer, a mes y medio más o menos de que oficialmente se acabe "la tardor", ya me empiezo a conectar con mis ganas de volver a casa y empezar allá nuevos proyectos, nueva vida y retomar la vida que me espera, mis cariños, mis pendientes.

Salí temprano de casa para ir a un laboratorio a hacerme la famosa pcr (esperemos que salgo negativa y me permita cruzar fronteras sin mayor problema ). Nou Barris iba despertando a medida que yo caminaba a Virrei Amat a tomar el metro: la Rosario empezaba a acomodar frutas y verduras en su puesto de Passeig Urrutia; en el Carrer del DoctorPi i Molist, la Adelaida (supongo que así se llama por el nombre de la floristería) sacaba flores y macetas a la calle, sin mascarilla para la labor (su cara tiene una vis mucho más equina de lo que se ve cuando va cubierta). Así trajinaban todos, ajenos, por supuesto, al hecho de que yo me iba despidiendo.

Me bajé en el metro Diagonal, en pleno ensanche, muy cerca de els Jardinets de Gràcia y caminé hasta el Carrer de Còrsega. Después de que me introdujeran un minihisopo por la nariz hasta el cerebro, empecé mi caminata de despedida del centro de Barcelona, bueno, un cachito del Paseo de Gracia, donde vi la decoración navideña, apagada, claro, pero llenando la calle de mariposas. 





De ahí, me fui a la zona de la Sagrada Familia, donde lo cierto es que perdí la Avenida Gaudí y por poco me regreso sin pasar por el antiguo Hospital de Sant Pau, pero la recuperé y, como suele suceder, afiné mi mapa de Barcelona ahora que me marcho.





Ayer la ciudad condal estaba vestida de gris, pero su belleza brillaba de ese modo particular que tienen los días nublados, como una fotografía en blanco y negro. Recorrí, pues, el tramo entre la basílica y el hospital de ida y de vuelta (para volver al metro). Me tomé un café con un cruasán (nada de cuernitos acá), sentada en una banca, con dos ojos que me miraban. 







Vi unas palomas bañarse, con todo y el frío que hacía, ajenas a la belleza modernista que las miraba a ellas. Compré unos últimos regalos para llevar a casa e hice unas últimas fotos de la obra cumbre de Gaudí, antes de volver a meterme a las entrañas de la ciudad.


 






Y quedé resonando con una de las preguntas que te puedes encontrar en algunas calle de Barcelona., Me recordaron, además, a los versos que aún quedaban aquí y allá escritos en las calles de Madrid.  Y pensé cómo ahora regreso a México con ambas ciudades, la capital española y la capital catalana, ocupando un cariño equivalente en mi corazón.


Ojalá mi amiga Joana tenga razón y en un par de años ande yo de vuelta por estos lares.




4 comentarios:

  1. Amiga camino contigo, no conozco Barcelona pero me acercaste con tus relatos, que tengas buen camino de regreso y muero por vernos!!

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    1. Y yo disfruté de tu compañía a la distancia, amiga querida. Ojalá algún día nos toque recorrerla juntas del mismo lado del Atlántico. Nos vemos en cuanto llegue a Cuerna. (Haré una última escala de 5 días en Chimal antes de aterrizar en casa...) Abrazos mientras tanto.

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  2. Ay, Barcelona me trae tantos recuerdos. Qué bonito texto. Un abrazo.

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    1. ¡Es preciosa, con todo y su tristeza! Qué bueno que te gustó el texto y gracias por comentar, Ángeles. Un abrazo de vuelta.

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