Anochece y en el horizonte se dibuja una silueta de plantas y hojas. Mi skyline propio. Sobre un cielo oscurecido que conserva aún una franja de sol. El cielo es también el mar para los peces que nadan, iluminados, en el hueco de mi balcón.
Y yo reconozco el espacio. Y lo desconozco. Casi a la vez.
Como me reconozco y me desconozco a mí misma. Casi al mismo tiempo.
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