lunes, 14 de febrero de 2022

2 recuerdos


1

Chichicastenango, Guatemala, a orillas del lago Atitlán

Yo tenía 16 años. Era la primera navidad que no pasábamos en casa de mis padres, donde hasta el año anterior se reunía toda la familia (materna, que era poca, y paterna, que era bastante) y algunos amigos para una celebración en grande. De manteles largos, vamos. Aquella tradición acabó cuando mi padre y su padre casi se lían a golpes a raíz de la llegada a la fiesta de mi "tío" Manuel. Mi primo Jose intervino para defender a su abuelo, mi abuela María Luisa trató de aliviar las cosas, pero las navidades se acabaron. 

Entonces, al año siguiente, se organizó un viaje por el sureste de México, Guatemala e incluso Copán, en Honduras. El grupo viajero era curioso, por decirlo de algún modo: mi papá, mi mamá, mi hermano, mi "tío" Manuel, mi "tío" Toño y Lucha, la mamá de Toño. Los tíos están entrecomillados porque en realidad no eran parientes sanguíneos, sino amigos de la familia, por decirlo de algún modo. Íbamos en una combi rentada, de cuyo color no me acuerdo, y mi papá y Toño se turnaban al volante. 

Después de pasar por Tabasco y Chiapas, nos adentramos en Guatemala. Allá, uno de las visitas más importantes fue al lago Atitlán, donde me suena haber visitado un lugar llamado Panajachel  y, por supuesto, el mercado de Chichicastenango, paraíso de artesanías. 

Y henos ahí, caminando por el mercado. Mi papá entre mi mamá y yo. (Mi hermano no aparece en la escena, ni el resto de la comitiva.) Entonces se nos acercó una mujer indígena que vendía, a pie, unos collares de plata espectaculares. Se detuvo frente a nosotros y le dijo a mi papá: Cómprele algo (que mostraba extendiendo y alzando el brazo) a su esposa (refiriéndose a mí) y algo (haciendo el mismo gesto) a su mamá (refiriéndose a la mía). La pobre no sabía que había cavado ahí mismo la tumba de su posible venta. Mi mamá, furiosa, la ignoró por completo (igual hasta espetó algún insulto disfrazado). Yo, sorprendida, ni me acuerdo que hice. Supongo que mi papá fue a calmar a mi mamá y le ha de haber comprado alguna otra cosa en algún otro lado.


2

Cine Bella Época, Col. Condesa, Distrito Federal

Yo creo que tendría más o menos la misma edad o quizá un poco más. Estaba en la prepa probablemente. Había dejado de bailar cuando iba a alguna fiesta (nadie me sacaba, así era la cosa entonces, no se valía hacerla una sola) y, después, había dejado de ir a las fiestas (quedarme sentada viendo a los demás bailar no era divertido). Y entonces salía con mis papás. Uno de los destinos favoritos, de mi papá (mi mamá se amoldaba sin decir demasiado), que se fue haciendo mío, era el cine Bella Época, donde pasaban películas clásicas, sobre todo de la época dorada de Hollywood. 

Cary Grant. Audrey Hepburn. Ingrid Bergman. Hitchcock.

Y henos ahí sentados. Los tres. Mi papá en el centro. Mi mamá a un lado (quizá el derecho). Yo al otro (quizá el izquierdo). Se apagaron las luces. Empezó la película. En blanco y negro (casi seguro). Y de pronto, mi papá me tomó de la mano. A mí. No a mi mamá. Profunda incomodidad. Pero no me atrevía a quitarla. Profunda culpa. Pero no me atreví a quitarla. Profundo miedo (sobre todo de incomodar/enojar a mi mamá). Pero no me atreví a quitarla.

No me acuerdo cuánto duró el gesto. No me acuerdo qué hicimos al salir. (Fingir que nada pasaba, seguramente.). No me acuerdo si se repitió en otras ocasiones. (Es posible.)


2 comentarios: