Uno de los textos de la más reciente práctica de escritura en Salto Chico
1
En uno de los peores días del confinamiento en Madrid, le pregunté a Ana si quería jugar cartas, después de haberme pasado la jornada escondida bajo la capucha de mi poncho, evitando cualquier contacto visual con ella. Entonces, decidí abordarla con la propuesta del continental y me respondió que para qué si jugaba tan mal y yo me aburría tanto. Se abrió un silencio total, no tan largo como profundo, en el que le corazón se me detuvo en el pecho y mi cabeza buscaba desesperadamente en el disco duro una explicación a sus palabras de reproche. Sí, claro, había leído mi entrada en el blog. Pero ¿dónde? ¿Cómo? ¿Habría sido alguna de sus sobrinas?
2
Tengo la impresión de que tengo recuerdos de silencio con Adrián, aunque no me viene ninguno concreto a la cabeza. Quizá lo que sucedió fue que el silencio se empezó a meter entre las grietas que se abrían, imperceptibles, en nuestra relación y no nos dábamos cuenta. Para cuando quisimos hacer algo al respecto, el silencio se había vuelto imborrable, como el moho.
3
Otro recuerdo de silencio. Quizá hubo un silencio dentro de mí cuando escuché algo que se suponía que no debía de escuchar cuando tenía alrededor de 9 años. Los adultos susurraban pero yo, quizá mi hermano también, andaba revoloteando cerca. Mi abuelo Óscar había muerto. Era el silencio de la muerte.
4
Debe haber más recuerdos de silencio. ¿Tal vez alguno placentero? No lo sé. No lo encuentro. Yo sola. ¿Dónde? ¿Cómo? Se me ocurre el silencio de la meditación cuando logro, durante algún instante, que los pensamientos se pacifiquen o, más bien, no los alimento y, entonces, se pacifican ellos mismos y se abre un espacio liberador en mi mente. Debe de haber pasado porque, de otro modo, no volvería al cojín. El silencio en ese contexto, es espacio, es paciencia, es libertad, es ausencia de expectativas y ausencia de planes. Es un silencio silencio, sin adjetivos ni descripciones.
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Ya llegué a 4 y no suena la alarma. Todos siguen escribiendo. También hay un silencio en la escritura. Se escuchan las plumas y cómo rozan el papel, pero eso parece ser el acompañamiento del silencio, no su ruptura.
La poeta Wislawa Szymborska dice en un verso:
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
La misma noche de esta práctica de escritura, recuerdo una quinta instancia de silencio.
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5
Santiago tiene unos cuantos días de nacido. Está enfundado en un mameluco blanco con dibujos de colores. Duerme, de ladito, sobre el sofá de la sala de la casa donde nació, allá en la Calle Narciso. Lo miro embelesada. Es perfecto y ocupa todo mi mundo. No hablo. Su padre no habla. Mira embelesado también. La respiración del niño es inaudible. La constatamos en su pecho y en su vientre. Pensamos que, tal vez, dios existe.
Me llevaste a los silencios que vienen después de que hago una confrontación y el otro no dice nada, mi niña frente a este silencio, se siente ansiosa y quiere salir corriendo. Abrazos amiga 😘😘
ResponderBorrarHagamos un grupo de práctica de escritura para mujeres... Es una técnica de autoconocimiento genial. Abrazos de vuelta, amiga.
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