martes, 19 de abril de 2022

Ana Rey

Yo a Ana la conocí hace como un año y medio.

Estaba por regresarme a México, después de una estancia de un año y piquito en España. Pasaba una temporada en Barcelona, en casa de mi amiga Joana, allá cuando nos empezamos a atrever a asomar la nariz (los ojos en realidad) al mundo, en lo que aún eran los comienzos de la pandemia.

Había yo ubicado los Cines Verdi, que se harían favoritos, allá en el barrio de Gràcia, en la calle Verdi. Para llegar, tomaba el metro cerca de casa y me bajaba en la estación Joanic. De ahí caminaba por la calle Bruniquer, que se convierte en Terol, y podía girar en Torrijos para dar una vuelta a la manzana hasta la calle Verdi o seguir hasta esta misma y girar a la derecha. Uno de mis paseos preferidos.

Ya un par de veces en el trayecto me había llamada la atención un aparador pequeño, donde lucían varias figuras de gatos, gatas más bien, de diferentes tamaños, pintadas en una variedad estilos y de colores. Se anunciaban como "Mininas". Y sí, tenían sus faldas anchas, como las del famoso cuadro con cuyo nombre jugaban . Me encantaron, pero no sé porqué, no me atreví a entrar al lugar, hasta la tercera o cuarta vez, cuando mi regreso era inminente.

Entonces conocí a Ana y a Joan, los dueños del estudio. Ella, argentina; él, catalán. Ana me contó de su amor por los gatos. Compré una Minina pequeña, color morado, con traje de botones y dos bolsas al frente. Hablamos de México, del cariño de ambos por mi país. Me sumergí entre los grabados, diseños de ella, y no recuerdo si fue en esa misma ocasión o en una última visita posterior, que compré un par para traer de regreso a México como regalos. Intercambiamos correos y nos despedimos, como si fuéramos más amigos de lo que en realidad éramos, apenas conocidos.

Una semana antes de irme, les mandé una foto del altar de muertos, presidido por la Ñaña-Minina, que montamos Joana y yo en casa de ella. Les encantó, sobre todo a Ana, supongo, quien fue quien contestó el mensaje.

La Ñaña-Minina volvió a participar en la ofrenda de muertos en mi casa y Ana y Joan se quedaron rondando allá al fondo de mi mente. Así se pasaron un año y cinco meses, hasta que decidí contactarlos de nuevo para proponerles un proyecto editorial (sacar a la luz una obra que nació de mi estancia en España: una colección de criaturas, una suerte de bestiario, inspiradas en palabras inventadas por diferentes niños cuando empezaban a hablar), tras haber recibido una primera crítica centrada casi exclusivamente en su presunta falta de valor comercial.

Recibí una respuesta de su parte con el inconfundible entusiasmo de Ana: "¡SÍIIIII! Maravilloso, claro que podemos hablar, tiene muy buena pinta". Y me entusiasmé de vuelta, por supuesto. Quedamos en vernos en línea y hablar del asunto.

El día en que habíamos quedado, me cancelaron la reunión debido a un imprevisto. Esperé una semana antes de volver a contactarlos y cuando lo hice me contestó casi de inmediato Joan, disculpándose por su desconexión y con una mala noticia: "Ana mi socia-hermana, nos ha dejado, ha fallecido, ha sido todo muy rápido, una complicación médica." Me decía también que no sabía qué decirme sobre mi proyecto, quizás hablar más adelante, pero de momento...

Yo me quedé helada con la noticia y le escribí algunas palabras de pésame.

Y aún estoy en proceso de asimilar lo sucedido. Siento que perdí a alguien que ni siquiera pude llegar a conocer. Alguien que tenía más o menos mi misma edad y, me parece recordar, también un hijo, que será más o menos de la edad del mío. Alguien que amaba a los gatos y que tenía un entusiasmo, una vitalidad y una creatividad contagiosas. Siento que con Ana se fueron, además, unas posible ilustraciones para mis criaturas, a quienes estaba dispuesta a recibir con los brazos abiertos sin conocerlas aún. 

La muerte de Ana es un recordatorio intenso de lo que a todos nos puede pasar en cualquier momento, con o sin proyectos nuevos por delante. Su partida me ha hecho sentir desamparada. Y a mis criaturas, también.

Queden estas palabras como homenaje mínimo para una amiga que pudo haber sido y no fue.

Que su tránsito sea fluido.

Que llegue a un sitio que la cobije y donde esté rodeada de amor y de Mininas.







2 comentarios:

  1. Qué fuerteee!! Me llevo el recordatorio del gozo de vivir poniendo peso en aquello que lo vale❤️

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  2. Así la vida, ma, nos soprende cuando menos nos lo esperamos, para bien o para mal. Pero, si bien es un tropiezo para tus criaturas, ellas pueden levantarse y seguir, animadas por las palabras gentiles de Ana y llevando su espíritu en brazos. Que su tránsito sea leve y esté libre de obstáculos, y que la fuerza y entusiasmo que transmitió en su respuesta te acompañe a ti y a las criaturas, en forma de un séquito de mininas amigas y apapachadoras <3

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