sábado, 20 de agosto de 2022

Encuentro cercano

Ayer en la tarde salí a caminar, recuperando condición después del coronaincidente. Cuando pasaba por el minijardín entre mi edificio, el F,  y el que sigue, donde florece uno de los jacalasúchiles hijos, escuché un aleteo. Fuerte. O sea, era claro que no se trataba de un bicho pequeño.

Dirigí la mirada hacia arriba y descubrí un pájaro enorme, una suerte de guajolote negro, tranquilamente posado sobre el pretil del techo. Y entonces me di cuenta de que era un zopilote. Su compañero, o compañera, estaba en una postura similar en el edificio de al lado, el G.




Y movían un poco sus alas. Me dio miedo, supongo, porque se me puso la piel chinita, pero me quedó ahí parada, lo más tranquila posible, e incluso tome algunas fotos. Y pensé, como siempre, en mi abuela Rosa. ¿Habría algún animal muerto cerca o solo estaban de paseo, como yo? 

Me preparé para fotografiarlos en el momento en que emprendieran el vuelo, pero no me salió. Ya Santiago me había dicho que los había visto en los techos de los edificios, pero a mí nunca me había tocado tenerlos tan cerca.

Seguí mi caminata y ellos siguieron volando por encima posándose de vez en cuando y contemplando, qué sé yo, el más allá, la vida, la muerte:


ambos bichos en el techo del edificio D

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