No me acuerdo cuándo fue la última vez que vi a Mausy. Seguro no fue placentero. Eso sí lo recuerdo, pues nuestra relación se había roto hacía ya un tiempo.
Pudo haber sido una de dos ocasiones: De pasada en el súper cerca de mi casa, cuando la vi en uno de los pasillos y me escabullí para no toparme con ella. O en Plaza Laurel, adonde había ido a por un helado con Santiago y una (entonces) amiga y una amiga de ella. Creo que nosotros cuatro ya estábamos sentados cuando los vimos llegar, a Mausy y a Leni. Mi (entonces) amiga sabía del rompimiento doloroso con ellos e hizo algún movimiento para protegerme y, en cuanto pudimos, nos levantamos y nos fuimos. El corazón me iba a mil. Recuerdo una mirada helada de Mausy, quizá era una mirada dolida, y una blusa blanca que llevaba con adornos azules y dorados como de oficial marinero.
Lamento que nuestra relación haya terminado de esa manera. Lamento no haberla visto una última vez en condiciones amorosas. Pero siempre le agradezco su generosidad y su cariño que se materializaron en el departamento que Santiago y yo seguimos considerando nuestro hogar. Aquí un fragmento de ese hogar:
de tarde en el comedor, con las plantas del balcón al fondo |
Y, como cada año, Mausy, te pienso en la fecha de tu muerte (porque es la única que conozco con certeza), te mando mis aspiraciones de felicidad duradera, y te dejo una flor de violeta recién abierta, en otro fragmento del hogar que nos regalaste. Gracias. Siempre.
con escrímuri y madreñas de fondo |
Abrazos amiga, te quiero
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