Este es un día agridulce, como los caramelos de empaque anaranjado, dulces por fuera y con un centro de polvo efervescente, ácido y picantito, que cuando yo era niña me regalaba Toña, una de las enfermeras de mi abuelo Óscar. El Día de las Madres es dulce porque tengo un hijo con quien celebrarlo y, sobre todo, con quien construyo día a día, paso a paso, momento a momento, una relación adulta, amorosa, gentil, respetuosa.
El día de las Madres es agrio porque recuerdo a mi mamá, que murió hace 19 años, y con quien tuve poca oportunidad de construir una relación: Hubo demasiados obstáculos, sobre todo, los patrones habituales moldeados por la orfandad y su enorme miedo a dar y recibir amor.
El Día de las Madres también fue dulce cuando Adrián me lo empezó a festejar, a pesar de su propia relación agridulce con su mamá, y me dio, por ejemplo, esta madre zapatista con su chilpo, que para mí significó el inicio de una validación que me ha costado hacer propia.
Pero ahí la llevo.
Luego vinieron los regalos y las tarjetas que Santiago confeccionaba en la escuela o, incluso, al lado de su papá cuando ya no estábamos juntos, como este cuadro en cual hoy se refleja nuestro hogar compartido. Conserva cuatro signos de admiración entre los cuales supongo que algún dijo ¡¡Feliz Día de las Madres!! y hasta abajo aún dice, en letra manuscrita, Para mamá de Santiago.
Felicidades amiga!!! Somos valientes por haber dicho SI a la vida❤️
ResponderBorrar¡Igualmente, amiga! Y que viva la vida 🧚♂️
BorrarHermosa, relaciones agridulces del tiempo ❤️!!
ResponderBorrarGracias, "Anónimo" y qué bueno que te pases por aquí... Me encantaría saber quién eres 😉
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