Una ofrenda discreta este año: para nuestros progenitores, el padre de Santiago y mis padres.
Martá y Román, en su luna de miel, en Sevilla, Catedral: Patio de los Naranjos. Julio de 1962, según reza en el anverso de la foto con la inconfunidble letra mansucrita de mi madre.
Adrián, trepado en el asador de la casa de Hortensia, encargándose del lazo para balancear la piñata en un cumpleaños de Santiago. (Quizá era la de Angélica, la malvada niña de "Aventuras en pañales" a la que recuerdo haber golpeado con singular gusto.)
Una manzana para mi padre (creo que le gustaban), un cigarro para mi madre (le encantaban), un caballito de tequila le puso Santiago a Adrián (por el que igual se pelea con mi mamá). Y su agua y su sal y una gloria, por aquello de que hubiera algo dulce. (No nos cupo el pan de muerto.)
Además, una calaverita de azúcar con forma de cráneo de gato (se supone), única que encontré en el súper, ideal para recordar a nuestra Ñaña. Y sus croquetas (aunque sean las de control de peso que come la Khandro).
En los progenitores, el linaje todo. Además de padres fueron hijos. Ellos, hermanos; ella, hija única. Abuelos, unos y esposos, claro; esposo, el otro, mío y de otras.
Que donde sea que estén, hayan encontrado la felicidad y trascendido el sufrimiento.
Encantados de recibirlos.
Siempre.
Santiago comentó en feis: 🧡 y yo respondí: 💜
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