Ausencia de yo
La segunda marca de la existencia es la ausencia de yo. Como seres humanos somos tan impermanentes como lo es todo lo demás. Cada célula del cuerpo está cambiando continuamente. Los pensamientos y las emociones surgen y desaparecen incesantemente. Cuando estamos pensando que somos competentes o que no tenemos remedio, ¿en qué nos estamos basando? ¿En este momento pasajero? ¿En el éxito o el fracaso de ayer? Nos aferramos a una idea fija de quiénes somos y eso nos incapacita. Nada ni nadie está fijo. Ya sea que la realidad del cambio sea una fuente de libertad para nosotros o una fuente de ansiedad atroz marca una diferencia significativa. ¿Los días de nuestra vida se suman para fomentar el sufrimiento o para incrementar nuestra capacidad para el gozo? Esa es una pregunta importante.
A veces, a la ausencia de yo se le llama no yo. Estas palabras pueden ser engañosas. El Buda no estaba queriendo decir que desaparecemos o que borramos nuestra personalidad. Como un estudiante preguntó alguna vez: "¿Experimentar la ausencia de yo no torna la vida medio beige?". No es así. El Buda estaba señalando que la idea fija que tenemos sobre nosotros mismos como sólidos y separados unos de otros es dolorosamente limitante. Es posible movernos a través del drama de nuestras vidas sin creer tan seriamente en el personaje que representamos. El que nos tomemos a nosotros mismos tan seriamente, el que seamos tan absurdamente importantes en nuestras propias mentes, es un problema para nosotros. Sentimos que tenemos una justificación para estar molestos con todo. Sentimos que tenemos una justificación para denigrarnos o para sentir que somos más listos que los demás. La autoimportancia nos lastima, limitándonos al estrecho mundo de lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Acabamos muertos de aburrimiento con nosotros mismos y con el mundo. Terminamos siempre insatisfechos. Tenemos dos alternativas: o cuestionamos nuestras creencias o no lo hacemos. O aceptamos nuestras versiones fijas de la realidad o empezamos a desafiarlas. En la opinión del Buda, entrenarnos en mantenernos abiertos y curiosos —entrenarnos en disolver nuestras suposiciones y creencias— es el mejor uso que podamos dar a nuestra vida humana.
Cuando nos entrenamos en despertar bodhichitta, estamos nutriendo la flexibilidad de nuestra mente. En los términos más ordinarios, la ausencia de yo es una identidad flexible. Se manifiesta como curiosidad, como adaptabilidad, como humor, como capacidad para jugar. Es nuestra capacidad de relajarnos con no saber, con no descifrar todo, con no estar para nada seguros de quiénes somos, ni de quién es tampoco nadie más...
Estamos seguros de quiénes somos y de quiénes son los demás y eso nos ciega. Si toca a la puerta otra versión de la realidad, nuestras ideas fijas nos impiden aceptarla.
¿Cómo vamos a emplear esta vida breve? ¿Nos vamos a aferrar con obstinación a "Yo soy así y tú eres asá"? ¿O vamos a movernos más allá de esa mente estrecha? ¿Podríamos empezar a entrenarnos como guerreros, aspirando a reconectar con la flexibilidad natural de nuestro ser y ayudando a otros a hacer lo mismo? Si empezamos a movernos en esta dirección, se abren posibilidades ilimitadas.
La enseñanza sobre ausencia de yo señala nuestra naturaleza dinámica, cambiante. Este cuerpo nunca se ha sentido exactamente como se está sintiendo ahora. Esta mente está pensando un pensamiento que, por repetitivo que parezca, nunca se volverá a pensar. Yo podría decir: "¿No es eso maravilloso?", pero no solemos experimentarlo como maravilloso. Lo experimentamos como inquietante, y nos esforzamos por tocar base. El Buda fue tan generoso como para mostrarnos una alternativa. No estamos atrapados en la identidad de éxito o fracaso, o en ninguna identidad en absoluto, ni en términos de cómo nos ven los demás o cómo nos vemos nosotros mismos. Cada momento es único, desconocido, completamente fresco. Para un guerrero en entrenamiento, la ausencia de yo es una causa de gozo más que una causa de miedo.
ondas matutinas |
Original en inglés y fuente, aquí. Traducción al español e imagen, mías.
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