Hace 10 años celebramos el cumpleaños 80 del maestro de mi maestro, Khenpo Tsültrim Gyamtso Rinpoché, también conocido como Dechen Rangdrol. Hoy, pocos meses después de que cumpliera 90, estamos haciendo prácticas tras su muerte, que en el contexto del camino budista se conoce como su paso a parinirvana.* Hoy es el día 49 posterior a ese momento, cuando se supone que termina el lapso entre dos vidas y puede sobrevenir la siguiente reencarnación que, en el caso de un maestro iluminado, es una decisión consciente con el fin de ayudar a los seres sensibles que continúan sufriendo en samsara.
Hoy Khenpo Rinpoché está vivo en mi corazón de devoción, y en el cielo de la mente, y en las lágrimas o en la sonrisa que brotan cuando pienso en él, cuando me conecto con su mente espaciosa y luminosa. Hoy recuerdo con viva claridad cuando nos visitó en México a principios del año 2006, acompañado de Dzogchen Ponlop Rinpoché, Ari y Amita. Acá ya hablé de su visita a la capital, pero hoy me relaciono con ella de otra forma, más profunda, en parte por un comentario que hizo uno de mis compañeros en el grupo de formación de maestros en el pasado Instituto de Verano Nitartha.
¿Cómo reconcilio, se preguntaba más o menos en estas palabras Cody, la falta de existencia inherente de los fenómenos con mi necesidad de atender las señales de tráfico cuando paseo a mi perro? Y entonces recordé cuando Dechen Rangdrol, mientras caminábamos tranquilamente por una de las laterales de Avenida Reforma después de haber cenado juntos el día de su llegada a nuestro país, de súbito empezó a cruzar la anchísima calle sin detenerse a ver si venían coches en nuestra dirección o no. Lo que en su momento me pareció una acción extravagante, que no dudé en seguir con total confianza, aun con lo que me pareció un dejo de preocupación en el rostro de Ponlop Rinpoché, lo describí 8 años después como una acción con esa decisión propia de él, de Khenpo Rinpoché, y hoy lo veo claramente como la acción de alguien que está plenamente conectado con la forma en que las cosas son realmente, plenamente trascendida nuestra manera habitual errónea de relacionarnos con los fenómenos como si fueran sólidos. Dechen Rangdrol cruzó la avenida más ancha de la capital mexicana como Milarepa caminaba a través de las rocas o atravesaba una pared. Lo milagroso, como dijo en su momento el Señor de los Yoguis en el Tíbet, es que nosotros (los seres ordinarios) solidifiquemos lo que no tiene una existencia inherente.
Cuando llegamos a la glorieta del Ángel de la Independencia, la Victoria Alada al estilo griego con que celebramos los 100 años de libertad como país, y quizá una manifestación de la Prajñaparamita para nuestro maestro, la circunvalamos siguiendo su ejemplo. Hoy es un lugar de peregrinación para quienes seguimos sus enseñanzas.
Gracias infinitas a Khenpo Tsültrim Gyamtso Rinpoché por mostrarnos, una y otra vez, por seguirnos mostrando, que nuestra mente y los fenómenos que surgen de ella no son más que expresiones de la naturaleza misma del Dharmakaya, la mente iluminada, la naturaleza de la mente, con la cual nos podemos conectar desde la apertura, la espaciosidad y la relajación.
El mundo se siente como un sitio diferente sabiendo que tu forma, el cuerpo en que te conocimos, se ha puesto, como se oculta el sol todas las tardes en el horizonte. Pero confío en la certeza de que la intensidad del calor de tu compasión y tu sabiduría nos acompañará siempre y que tu actividad iluminada, según tu intención, se seguirá manifestando sin impedimentos...
el guru sonriente en mi altar |
*nirvana final, que una persona alcanza tras la muerte del cuerpo, siempre que en vida esa persona haya alcanzado la iluminación (nota mía)
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