miércoles, 16 de octubre de 2024

in memoriam




Rex y yo nos conocimos en diciembre de 2002 en el primer retiro abierto de Nalandabodhi en San Rafael, California. Ahí también conocí a mi maestro, que era el suyo, Dzogchen Ponlop Rinpoché. En esa ocasión me preguntó qué harían en México con una "fearless powerful lady", aludiendo al nombre que mi maestro me dio cuando tomé votos de bodhisattva. Divorciarla le contesté. No recuerdo si dijo algo más.

Rex era un perfeccionista en el arte de la belleza visual y se desplegaba con diligencia cuando se trataba de montar un altar y una sala de meditación. Una vez, supongo que después de una enseñanza en Nalanda West, recogió un par de papelitos que habían sido envolturas de pastillas para la garganta de Rinpoché, quien hacía con ellos unos rollitos perfectos. Aún viven en mi altar. Uno es amarillo y otro verde.

Rex me visitó en México dos veces. Yo lo visité en Seattle, una, durante mi primer intensivo de Nitartha. Y cuando la visita del Karmapa, nos hospedó a Santiago, a Marisa y a mí en su casa. En Ciudad de México nos quedamos en un hotel que tenía una par de leones, viejísimos y maltrechos, en una jaula larga. Nos despertaban sus rugidos apagados. Acomodamos nuestra ropa interior en el mismo cajón cuando apenas nos conocíamos. Fue raro.

Cuando paseamos por Chapultepec, durante su primera visita, sacó fotos de un puesto de no me acuerdo qué (le encantaba tomar fotos) y nos gritonearon que pagáramos algo por las fotos. Yo no supe qué hacer y los dos nos alejamos lo más rápido que pudimos. Cuando volvíamos de una estancia en Tepoztlán, durante su segunda visita, me iba dando uvas negras en la boca mientras yo manejaba a Antuanito. En mi casa, nos preparó a Santiago y a mí unos sándwiches deliciosos de huevo revuelto. Santiago no los recuerda.

Frente a las montañas sagradas en Amatlán, bañadas por una luz de oro, coqueteamos a ritmo de tequila, hace más de 11 años y hablamos de nuances & nudity o de nudity & nuances. Fue la última vez que nos vimos.

En la Space Needle en Seattle me hizo un retrato que me encanta. Traigo al cuello la pashmina con la que Rafael me recibió cuando llegué a verlo en Morillo de Monclús. Y mientras comíamos una hamburguesa, quizá ese mismo día o quizá otro, Rex me explicó, más o menos, cómo es que no podía comprometerse con una relación (le gustaba demasiado su soledad, como le gustaban los diferentes tonos de gris en el cielo de Seattle). Yo le decía que podría haberme enamorado de él.

Rex murió mientras dormía el 8 de octubre pasado en su casa en Seattle. Yo lo supe por una amiga que compartió la noticia en feisbuc junto con un relato muy bonito de un viaje en auto que hicieron juntos. Los últimos correos electrónicos que él y yo intercambiamos fueron uno suyo de diciembre de 2019, cuando me felicitó por navidad, el nuevo año y la nueva década, y mi respuesta de enero de 2020 cuando le contesté deseándole lo mejor para el año nuevo/nueva década y celebrando que estuviéramos en contacto.

Es triste saber que no habrá más conversaciones. Ambos conservamos un sentido de conexión entre nosotros que quizá se manifieste en otra vida en otra forma. Quién sabe. 















May your journey be swift and smooth and full of kindness, dear friend. May you be happy and free from suffering.
💗

2 comentarios:

  1. Además de su casa en Seattle, lo que sí recuerdo es cuando me prestó sus súper audífonos Bose para escuchar música (en Cuernavaca). En esa ocasión me dijo que me grabaría un disco con los mejores éxitos de Creedence, pero ya nunca se manifestó. May the obstacles in your path be swiftly pacified and may the transition into whatever comes next be luminous and full of joy. Safe travels, Rex.

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    1. También nos enseñó a darle un golpe seco y certero, y no demasido fuerte, a un diente de ajo para que se le desprenda la cáscara y sea más fácil pelarlo... Gracias por leer y comentar, 🐒ito, y por tus aspiraciones para el buen Rex...

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