viernes, 4 de octubre de 2024

Otoño 11, en casa


En la radio, en El Coleccionista, suena Vivaldi, con su otoño, claro. Yo estoy en casa. Hace 4 años aún estaba del otro lado del mar, preparándome para volver, como consta aquí. Entonces me despedía de Barcelona. Hoy siento cómo el otoño de este lado del mar trae cambios más profundos en su aparente sutileza, comparado con los otoños más al norte. 

La luz cae de otra manera: me deslumbra cuando trabajo de mañana en el comedor de mi casa, junto al balcón. El frescor, a veces casi frío, se une al aire y se cuela. A veces es demasiado tarde para cubrirnos. A veces, no. Hay más nubes y menos sol. Las flores amarillas empiezan a asomarse entre el pasto, en los terrenos baldíos, en las grietas de la banqueta, pero necesitan que la humedad ceda un poco más.

Se siente la presencia de los muertos acercándose. Quizá de ahí la nostalgia, mi nostalgia. Anochece mucho antes: a las 7 de la tarde ya está oscuro y no me dan ganas de dejar la casa. Ya no salgo a caminar a esa hora. Una cruz fresca de pericón resguarda la puerta de entrada a mi casa y otra preside el cofre del Antuanito: protecciones desconocidas en Madrid o Barcelona.

Sigue el otoño de Vivaldi en la radio: lento de pronto y ahora otra vez rápido, como aprovechando la energía que ha quedado del verano, antes de dar paso al frío. Recuerdo otra vez cuando fui copo de nieve en una puesta en escena de las estaciones en el Polyforum Cultural Siqueiros en la Ciudad de México, con el grupo de baile al que pertenecí dos segundos en la primaria.

Y hoy duelen un poco más las ausencias, las físicas y las emocionales, quienes han muerto y quienes solo se distanciaron o voltearon hacia otro lado. Y anuncia Ismael: Este fue El otoño, concierto en Fa mayor, de Las cuatro estaciones, RV 293 con Alison Bury y la Academia de Música Antigua. 


luz otoñal en mi estudio


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