jueves, 27 de febrero de 2025

hallazgo 36


Más que un descubrimiento, quizá solo el siguiente paso más en el camino de conocerme y sanarme identificando y soltando las ataduras, los patrones, las historias. Y es justamente a través de las historias de otres que me encuentro a mí misma, como en la obra de Jamie Figueroa, autora boricua nacida en Ohio y residente desde hace años en Nuevo México. Acabo de leer y estudiar, en mi grupo de práctica de escritura de los lunes, su libro más reciente, Mother Island (A Daughter Claims Puerto Rico) / Isla Madre (Una hija reclama Puerto Rico). Ahí me encontré un pasaje que contiene todo el libro y que me contiene a mí también:

I will always need a mother no matter what age I am, and she will not be there. I've been in mourning about this all my life. And while I resist claiming where my mother and I are the same —as if to resist her is to define myself, as if making choices opposite to hers makes me unto my own— here is where we are no different. She has also spent her entire life mourning for her mother.

Y lo leo y soy yo. Entonces, lo traduzco:

Siempre necesitaré una mamá, no importa qué edad tenga, y ella no estará ahí. He estado en duelo por esto toda mi vida. Y aunque me resisto a afirmar dónde somos iguales mi mamá y yo —como si rechazarla fuera definirme a mí misma, como si elegir lo opuesto a sus decisiones me hiciera dueña de mí— aquí es donde no somos diferentes. Ella también se ha pasado toda su vida en duelo por su mamá.

Y, en el grupo de escritura de los lunes, escribo a partir de la primera frase de este párrafo como tema. Entonces lo transcribo:

I will always need a mother no matter what age I am, and she will not be there. I will always need a mother because my mother always needed a mother, so she didn't allow herself to be a mother, didn't think she could pull it off. I remember how my mother knew the  names of all my friends, of all my classmates, of all my teachers and the subjects they taught. Yet, she could not see into my eyes and recognize that I was a human being separate from her. Judy once told me, in therapy, that my mother could not see where she ended and where I began, in a psychological or emotional way. I was kind of a prolongation of hers and she hated herself because her mother did not have enough time on earth to love her, so she hated me, without even knowing it. I was a reminder of what she lacked, of that profound black hole that ate her from within. When I had just turned into a mother myself, at 33 and much to my mother's annoyance (she asked me what I would do with my life, "well, besides being a mother"), I had the awful and terrifying feeling of being possessed by my mother, as in I didn't have the slightest clue of how to related to the child that had been born out of my body. I felt kidnapped by my mother's incapacity to be a mother, by the orphan she was, by the orphan she had turned me into. It was like struggling with a shadow of fear and rage and resentment that was sucking my own ability to be a mother. And yet, I became a mother, constructed out of my son's tears and crying when he was hungry or needed to be held. Built out of his smelly diapers that needed to be changed. Built of his arms around my neck when we were swimming downriver at Las Estacas. Built out of his knowing I was his mother when I didn't know it and when I couldn't trust myself. So I turned into a mother, despite lacking a role model, despite not having known a warm nest, a safe space between her arms. The shadow, my shadow/her shadow, gradually dissipated, but it left, no doubt, scars that hurt others. (I am sorry. I keep working on it.)

Y lo traduzco. ¿Por qué no?

Siempre necesitaré una mamá, no importa qué edad tenga, y ella no estará ahí. Siempre necesitaré una mamá, porque mi mamá siempre necesitó una mamá, así que no se permitió ser mamá, no pensó que pudiera lograrla. Recuerdo cómo mi mamá sabía los nombres de todos mis amigos, de todos mis compañeros, de todas mis maestras y las materias que enseñaban. Sin embargo, era incapaz de verme a los ojos y reconocer que yo era un ser humano diferente de ella. Judy me dijo una vez, en terapia, que mi mamá no podría ver dónde terminaba ella y dónde empezaba yo, en un sentido sicológico o emocional. Yo era una suerte de prolongación suya y ella se odiaba porque su mamá no estuvo suficiente tiempo en la tierra para amarla, así que me odiaba a mí, sin saberlo siquiera. Yo era un recordatorio de lo que le faltaba, de ese profundo hoyo negro que la devoraba desde adentro. Cuando yo apenas me había hecho mamá, a los 33 y para molestia de mamá (me preguntó qué iba a hacer con mi vida, "bueno, además de ser mamá"), tuve la horrible y aterradora sensación de estar poseída por mi mamá: no tenía la menor idea de cómo relacionarme con el crío que había nacido de mi cuero. Me sentía secuestrada por la incapacidad de mi mamá de ser una mamá, por la huérfana que ella había sido, por la huérfana en la que me había convertido a mí. Era como luchar con una sombre de miedo y rabio y resentimiento que estaba chupándose mi propia habilidad de ser mamá. Y a pesar de todo, me hice mamá, construida a partir del llanto y gritos de mi hijo cuando tenía hambre o cuando necesitaba ser sostenido. Construida a partir de sus pañales apestosos que necesitaban un cambio. Construida a partir de sus brazos alrededor de mi cuello cuando nadamos río abajo en Las Estacas. Construida a partir de su saber que yo era su mamá cuando yo aún no lo sabía y no confiaba en mí misma. Así que me convertí en mamá a pesar de no tener un modelo a seguir, a pesar de no haber conocido un nido cálido, un espacio seguro entre sus brazos. La sombra, mi sombra/su sombra, se disipó poco a poco pero dejó, sin duda, cicatrices que lastiman a otres. (Lo siento. Lo sigo trabajando.)

Y para cerrar, una imagen reciente de mi hijo y yo en Chimal:



Gracias, changuito, por hacer posible mi.nuestro camino.

domingo, 23 de febrero de 2025

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo


Los tibetanos tienen un dicho que es algo así como: "Una espada solo puede cortar nuestro cuerpo, pero las palabras ásperas pueden hacer pedazos el corazón de un hombre". Las palabras pueden hacer pedazos el corazón de un hombre. Le decimos algo a alguien que lo lastima de alguna manera y lo lleva cargando en su corazón, a veces durante años, aunque a quien lo dijo se le haya olvidado por completo. Así que tenemos que tener mucho cuidado con lo que decimos y no ser simplement honestos y veraces. A veces, podemos decir palabras que son ciertas, pero lastiman y eso no es un habla correcta. El habla correcta debería ser gentil y beneficiosa, además de verdadera. Deberíamos decir cosas para hacer felices a las personas. Hay suficiente desdicha en el mundo. ¿Por qué habría de contribuir nuestra habla a ello? Deberíamos tener un  habla que haga a la gente sentirse mejor de habernos conocido.  

mirada en un atardecer de febrero


Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

viernes, 21 de febrero de 2025

viaje.viajar.viajera


A mí viajar no es algo que particularmente me atraiga. Odio volar, para empezar, y pasarme horas en un autobús tampoco me encanta. Ir en tren sí que me gusta pero en este país ya no es una opción. Recuerdo un viaje a Oaxaca con mis papás hace añísimos para una exposición de pintura de quien después sería mi marido. Tomamos un tren cuyo vagón comedor estaba decorado con una especie de mural que aludía a los enfrentamientos entre colonizadores e indios en el lejano oeste. Era una vieja máquina desechada por nuestros vecinos. Creo que en su siguiente viaje se descarriló y ahí murió la posibilidad de viajar en tren a Oaxaca o a cualquier otro lugar, salvo los trenes Chepe para visitar las Barrancas del Cobre en Chihuahua, un pediente desde hace años. Me suena que quizás ya casada, haya vuelto yo a viajar en tren con Adrián, con destino a Veracruz, a Jalapa, quizás, o al puerto. Eso no lo recuerdo ya. 

Pero bueno, decía que a mí viajar no me atrae demasiado. Me gusta estar en lugares, sobre todo volver a aquellos donde fui feliz. Pero llegar, y más en estos tiempos, me agobia, me agota, me estresa.

A pesar de todo, este 2025 lo inicié viajando: 3 viajes (1 mediano, 1 grande y 1 chico) entre enero y febrero. Y disfruté. El primero y el tercero fueron en coche y yo no manejaba, así que bien. El segundo fue en avión, lo odié como siempre pero sobreviví.

1 Playa: Costa Chica de Guerrero (Playa Ventura y Marquelia) / principios de enero
  • la mejor sopa de lenteja que he comido en mi vida, a la orilla del mar
  • una amiga muy cercana y su hijo y su hija y sus respectivas parejas: como si hubiéramos viajado juntos toda la vida
  • un minigansito con una minicoca en la gasolinera de ida
  • juntos en una bola de bochas











  • el sol tiñendo la arena y el agua antes de acostarse
  • una tortuguita recién nacida rumbo al mar











  • la luna derramándose como plata sobre un mar en sombras
  • pescadillas para comer y un club sandwich compartido y un chocomilk para cenar
  • el pueblo de noche












2 Texas: un rancho en el Hill Country, a un par de horas de San Antonio / mediados de enero

  • un abrazo de aprecio que me hizo brotar las lágrimas, que hicieron que el abrazo se intensificara y me devolviera un sentido que me costaba encontrar (gracias, dpr)
  • un arcoíris de despedida entre las nubes 
  • la salida de la jaula
  • el Citlaltépetl desde el avion











  • la Marieta compañera











  • unas cuentas tibetanas de cristal ensartadas en un hilo dorado
  • árboles que no eran árboles sino instrucciones de práctica
  • el Buda en todos lados













  • el cielo texano despidiéndonos













3 Chimal / principios de febrero

  • una flor de durazno










  • 0 tequilas, 1 tequila, 2 tequilas
  • sopa de fideo blanca, como la de mi abuela Marialuisa
  • la familia elegida = la amistad genuina
  • en el camino: ecos del rancho de mi tía Marisa











  • reina del continental y del dominó, aunque no importe
  • regalos de reyes, el día de la candelaria
  • un retrato borroso













  • siempre el Popo, aunque lo tape un árbol












Y se me ocurren 2 cosas después de 3 viajes. Quizás sean lugares comunes, pero y qué:
  • Todo viaje es una vuelta a casa, a una misma, de algún modo.
  • Y la vida misma es un viaje, que podemos hacer con más o menos conciencia.
Y otra que seguro es un lugar común:
"Los viajes ilustran",
que a mí me recuerda a mi abuela Rosa, a mi tía Olga, a mi tía Marisa, a todas y a ninguna; google dice que fue acuñada por el británico William Shawcross, aunque no pude encontrar la cita original.

En todo caso, a mí me parece que cuando más ilustran es cuando el viaje externo fomenta un viaje hacia el propio interior, porque si no, ¿para qué?, me pregunto.

lunes, 17 de febrero de 2025

Invitado: Dzogchen Ponlop Rinpoché


ATIENDE TU MOMENTO

Cuando miro el océano
Veo un momento de calma.
Cuando veo venir las olas
Veo un momento de belleza.
Cuando siento las kleshas tan vívidamente
Veo un momento de mente abierta brillante.
Cuando siento mi aferramiento tan fuerte
Veo un momento de mi mente luz clara.
Cuando veo surgir la belleza de un momento
Mi mente queda envuelta por el miedo a perderla.
Entonces me digo: "Eres un tonto por no ver
La belleza en cada momento del surgir y el disolver".
¿Por qué necesito creer en los engaños de mi ego?
Han hecho mi vida tan infeliz desde siempre.
¿Por qué no puedo solo disfrutar este momento ahora?
Tan fresco, tan bello y sin un plan escondido.

dpr | Nanjing | 12-29.2009


una mañana en la costa chica de guerrero
















Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

viernes, 14 de febrero de 2025

Invitado: Thich Nhat Hanh


Se necesita entrenamiento para amar apropiadamente; y para ser capaz de dar alegría y gozo, debes practicar un mirar profundo dirigido hacoa la persona que amas. Porque si no entiendes a esta persona, no puedes amar apropiadamente. La comprensión es la esencia del amor. Si no comprendes, no puedes amar. Ese es el mensaje del Buda. Si un marido, por ejemplo, no entiende las cuitas más profundas de su esposa, sus aspiraciones más profundas, si no entiende su sufrimiento, no será capaz de amarla de forma correcta. Sin comprensión, el amor es algo imposible. 


corazón de luz en hoja seca













Fragmento tomado de este artículo en inglés. La traducción y la imagen son mías.


lunes, 10 de febrero de 2025

¿De dónde sale ese humo?


Es de noche, poco después del atardecer, y estoy enfrascada en mi compu haciendo no sé qué cuando empiezo a percibir algún tipo de humo, de olor a quemado. Dirijo la vista al balcón e incluso me parece ver trazas de gases y partículas en suspensión. Seguro debe ser un incendio en la Colonia del Bosque. Qué pronto empezaron. Ni siquiera hace tanto calor. Pienso. Sigo en lo que estoy, pero el olor aumenta y empiezo a sentir (¿pensar? ¿imaginar? ) que se me dificulta respirar. Santiago está en el estudio con la puerta medio cerrada porque está dando una clase, así que no lo puedo interrumpir para preguntarle si siente el mismo olor que yo, si hay humo en ese cuarto también. 

Se me ocurre una gran idea: cierro la puerta del balcón, por donde creo que se está metiendo el humo, para evitar que entre más. Y el olor empeora. Cómo puede ser. Me pregunto.

Me levanto nuevamente y, de pronto, me doy cuenta (me acuerdo) que puse una olla en la estufa para cocer una papa al vapor. De ahí vienen el olor y el humo: el agua se acabó y la olla, el aditamento para sostener la papa y la papa se han quemado. Lo peor, la olla y, bueno, aunque la papa no ennegreció, sí absorbió el olor, así que será imposible comerla. 

Contemplando la situación (y lamentando mi falta de atención), me cae un veinte enorme. Igual que me sucedió con la papa y la olla, cuando algo me perturba corporal, mental o emocionalmente, mi primer movimiento, hábito arraigado, es voltear hacia afuera, salir al balcón, pues. Se me olvida que la fuente primordial de mi sufrimiento (y de mi liberación) está adentro, en mi propia mente. No hace falta salir corriendo como pollo sin cabeza ni empezar a buscar culpables. La raíz del problema está adentro y la solución, también.

Si hubiera visto hacia dentro de casa, en lugar de lanzarme hacia el mundo afuera, quizás la olla hubiera ennegrecido un poco menos y me habría podido cenar la papa.


También me acuerdo cómo cualquier cosa que suceda es el guru dándome una enseñanza, si me doy el espacio suficiente, como el maestro tibetano del siglo 12, Tsangpa Gyare, dice en una de sus canciones de realización (en mi traducción a partir de la versión en inglés):


Cuando miras el océano claro y brillante
Y las olas se levantan y se disuelven de vuelta
¿No sabes que es el lama enseñándote
Que los pensamientos son dharmakaya?


olas en la costa chica de Guerrero



viernes, 7 de febrero de 2025

Invitado: Dzongsar Khyentse Rinpoché


Si no pudiéramos ser comprados por el elogio o derrotados por la crítica, tendríamos una fuerza increíble. Seríamos extraordinariamente libres, no habría más esperanzas y miedos, sudor y sangre, y reacciones emocionales innecesarios. Finalmente seríamos capaces de practicar "Me importa un carajo". Libres de perseguir y evitar la aceptación y el rechazo de otras personas, seríamos capaces de apreciar lo que tenemos en el momento presente. 


lavandera al borde del pacífico: costa chica de guerrero


Original en inglés, aquí. Traducción al español e imagen, mías.


miércoles, 5 de febrero de 2025

Cuéntame de algún lugar al que necesites volver


Yo siempre estoy regresando a Uxmal: no a las ruinas mayas, sino a Uxmal 548, departamento 2, entre Ángel Urraza y San Borja en la Colonia Narvarte de la Ciudad de México, a la que le sigo diciendo Distrito Federal. ¿Por qué regreso siempre a Uxmal con su reja blanca que abarcaba los lugares de estacionamiento (3, uno para cada departamento del edificio) y un trozo más angosto como puerta de entrada de la calle con los números en rojo sobre una placa de metal negro, junto a los timbres?

Porque fui mi primer hogar y fue el primer lugar donde me perdí.

Donde empecé a vislumbrar quién era y donde no tuve ni idea de quién era. Donde mi papá me tomó del pelo y me jaló con fuerza cuando disentí por primera vez, de adolescente. Donde lo vi llorar la disolución de la República Española. Donde lo vi llorando cuando diagnosticaron a Manuel con cáncer. Donde no lo vi llorar cuando me fui de la casa. Donde me convenció de salir de mi escondite en el clóset de su recámara y me desabrochó la piyama.

Donde escuché a mis papás teniendo relaciones sexuales y me congelé de terror.

Donde me regañó mi mamá cuando vomité en la alfombra del pasillo de camino al baño, primer acto de la hepatitis. Donde Javier intentó besarme y yo cerré los labios a cal y canto. Donde mi hermano contestó el teléfono y me pasó el auricular diciendo te habla la pendeja de tu amiga Jessica. Donde mi hermano agarró a madrazos la orquídea blanca que me había regalado Manuel y que echaba su primera flor. Donde esperábamos a los Reyes en el arranque de la escalera.

Donde las navidades eran suntuosas y falsas y estresantes y el relleno del pavo, delicioso.

Donde festejé mis 15 años (¿o fueron los 18?) con una paella. Donde hubo otra paella cuando me recibí de licenciada, vestida de rosa con zapatos verdes. Donde mis abuelos celebraron sus 50 años de casados. Donde quizá se tomó la foto de mis abuelos y sus 13 nietos. Donde Jose y mi papá casi se agarran a golpes, la última navidad en familia. Yo no había cumplido aún los 16.

Yo siempre estoy regresando a Uxmal 548-2 porque cuando murió mi mamá, 5 años después de mi papá, le pedí a mi hermano que me dejara ir a la casa a despedirme, tomar mis cosas y algún recuerdo familiar (como la azucarera art nouveau de plata de mi abuela María Luisa). Me prometió que lo haría: no cumplió.




















Y acá, nomás por gusto, la Volcana vestida de blanco con mirasoles en primer plano:
Chimal, ese hogar elegido.