A mí viajar no es algo que particularmente me atraiga. Odio volar, para empezar, y pasarme horas en un autobús tampoco me encanta. Ir en tren sí que me gusta pero en este país ya no es una opción. Recuerdo un viaje a Oaxaca con mis papás hace añísimos para una exposición de pintura de quien después sería mi marido. Tomamos un tren cuyo vagón comedor estaba decorado con una especie de mural que aludía a los enfrentamientos entre colonizadores e indios en el lejano oeste. Era una vieja máquina desechada por nuestros vecinos. Creo que en su siguiente viaje se descarriló y ahí murió la posibilidad de viajar en tren a Oaxaca o a cualquier otro lugar, salvo los trenes Chepe para visitar las Barrancas del Cobre en Chihuahua, un pediente desde hace años. Me suena que quizás ya casada, haya vuelto yo a viajar en tren con Adrián, con destino a Veracruz, a Jalapa, quizás, o al puerto. Eso no lo recuerdo ya.
Pero bueno, decía que a mí viajar no me atrae demasiado. Me gusta estar en lugares, sobre todo volver a aquellos donde fui feliz. Pero llegar, y más en estos tiempos, me agobia, me agota, me estresa.
A pesar de todo, este 2025 lo inicié viajando: 3 viajes (1 mediano, 1 grande y 1 chico) entre enero y febrero. Y disfruté. El primero y el tercero fueron en coche y yo no manejaba, así que bien. El segundo fue en avión, lo odié como siempre pero sobreviví.
1 Playa: Costa Chica de Guerrero (Playa Ventura y Marquelia) / principios de enero
- la mejor sopa de lenteja que he comido en mi vida, a la orilla del mar
- una amiga muy cercana y su hijo y su hija y sus respectivas parejas: como si hubiéramos viajado juntos toda la vida
- un minigansito con una minicoca en la gasolinera de ida
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juntos en una bola de bochas |
- el sol tiñendo la arena y el agua antes de acostarse
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una tortuguita recién nacida rumbo al mar |
- la luna derramándose como plata sobre un mar en sombras
- pescadillas para comer y un club sandwich compartido y un chocomilk para cenar
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el pueblo de noche |
2 Texas: un rancho en el Hill Country, a un par de horas de San Antonio / mediados de enero
- un abrazo de aprecio que me hizo brotar las lágrimas, que hicieron que el abrazo se intensificara y me devolviera un sentido que me costaba encontrar (gracias, dpr)
- un arcoíris de despedida entre las nubes
- la salida de la jaula
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el Citlaltépetl desde el avion |
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la Marieta compañera |
- unas cuentas tibetanas de cristal ensartadas en un hilo dorado
- árboles que no eran árboles sino instrucciones de práctica
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el Buda en todos lados
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el cielo texano despidiéndonos |
3 Chimal / principios de febrero
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una flor de durazno |
- 0 tequilas, 1 tequila, 2 tequilas
- sopa de fideo blanca, como la de mi abuela Marialuisa
- la familia elegida = la amistad genuina
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en el camino: ecos del rancho de mi tía Marisa |
- reina del continental y del dominó, aunque no importe
- regalos de reyes, el día de la candelaria
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un retrato borroso |
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siempre el Popo, aunque lo tape un árbol |
Y se me ocurren 2 cosas después de 3 viajes. Quizás sean lugares comunes, pero y qué:
- Todo viaje es una vuelta a casa, a una misma, de algún modo.
- Y la vida misma es un viaje, que podemos hacer con más o menos conciencia.
Y otra que seguro es un lugar común:
"Los viajes ilustran",
que a mí me recuerda a mi abuela Rosa, a mi tía Olga, a mi tía Marisa, a todas y a ninguna; google dice que fue acuñada por el británico William Shawcross, aunque no pude encontrar la cita original.
En todo caso, a mí me parece que cuando más ilustran es cuando el viaje externo fomenta un viaje hacia el propio interior, porque si no, ¿para qué?, me pregunto.
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