gone now
sábado, 31 de marzo de 2012
viernes, 30 de marzo de 2012
miércoles, 28 de marzo de 2012
martes, 27 de marzo de 2012
lunes, 26 de marzo de 2012
domingo, 25 de marzo de 2012
Meditación 4
On the expanse of the light brown tile floor
My thoughts arise
They abide and cease
My emotions do too
Underlying them
My mind stays calm
On the expanse of the light brown tile floor
My thoughts arise
They abide and cease
My emotions do too
Underlying them
My mind stays calm
On the expanse of the light brown tile floor
sábado, 24 de marzo de 2012
viernes, 23 de marzo de 2012
Meditación 3
Respiro
Abro los ojos
Mi mirada descansa sobre una hoja en forma de corazón, en el punto de donde salen las seis nervaduras que le dan forma.
Respiro
Cierro los ojos
Escucho los graznidos de los zanates desde la jacaranda y el chismorreo de las golondrinas, supongo, sobre los cables.
Respiro
Abro los ojos
Percibo una flor rojo brillante, también con forma de corazón. En su centro se yergue el pistilo, supongo.
Respiro
Cierro los ojos
Noto que el techo no cruje casi. A lo lejos, se escucha un martilleo sobre metal.
Respiro
Abro los ojos
Mi mirada sobre el corazón verde. Los pensamientos, menos frecuentes.
Sigo respirando
Abro los ojos
Mi mirada descansa sobre una hoja en forma de corazón, en el punto de donde salen las seis nervaduras que le dan forma.
Respiro
Cierro los ojos
Escucho los graznidos de los zanates desde la jacaranda y el chismorreo de las golondrinas, supongo, sobre los cables.
Respiro
Abro los ojos
Percibo una flor rojo brillante, también con forma de corazón. En su centro se yergue el pistilo, supongo.
Respiro
Cierro los ojos
Noto que el techo no cruje casi. A lo lejos, se escucha un martilleo sobre metal.
Respiro
Abro los ojos
Mi mirada sobre el corazón verde. Los pensamientos, menos frecuentes.
Sigo respirando
jueves, 22 de marzo de 2012
Invitada: Elizabeth Mattis Namgyel
When we start to practice we learn that we can let in more life… we don’t have to live in this pick-and-choose world where we have so much preference around our experience. Life becomes not something that happens to us, but rather we discover that we are part of life. Then we start to experience things – even the things we had aversion to before – in new and insightful ways.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Eufemismo
Hacía tiempo que no recurría al diccionario en busca de respuestas; hoy me encontré una verdadera joya. La RAE define eufemismo como una "manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante" y yo que tenía una mala opinión de los eufemismos. Los equiparaba con una grosera muestra de hipocresía. Desde esta nueva perspectiva hasta parecen obras de arte.
Hace un par de días, después de otro desencuentro del tercer tipo con mi hijo, escuché que alguien tocaba a la puerta de mi departamento. (El susodicho tiene llaves, así que sabía que no era él). Abrí y me encontré con uno de sus amigos más cercanos, quien en el acto se dio cuenta de mi total falta de intención de abrirle la reja. "Siento una perturbación en la fuerza", dijo. "Hay una fuerte perturbación en la fuerza", contesté para después informarle que su amigo no estaba en casa, que lo podía ir a buscar en las áreas comunes del condominio. Se fue sin decir más. Yo le agradecí profundamente su capacidad para sintetizar en un eufemismo tan preciso el conflicto que flotaba en el aire y del cual yo no tenía ninguna gana de hablar.
Hace un par de días, después de otro desencuentro del tercer tipo con mi hijo, escuché que alguien tocaba a la puerta de mi departamento. (El susodicho tiene llaves, así que sabía que no era él). Abrí y me encontré con uno de sus amigos más cercanos, quien en el acto se dio cuenta de mi total falta de intención de abrirle la reja. "Siento una perturbación en la fuerza", dijo. "Hay una fuerte perturbación en la fuerza", contesté para después informarle que su amigo no estaba en casa, que lo podía ir a buscar en las áreas comunes del condominio. Se fue sin decir más. Yo le agradecí profundamente su capacidad para sintetizar en un eufemismo tan preciso el conflicto que flotaba en el aire y del cual yo no tenía ninguna gana de hablar.
para Toño por su creatividad eufemística
martes, 20 de marzo de 2012
domingo, 18 de marzo de 2012
sábado, 17 de marzo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
domingo, 11 de marzo de 2012
sábado, 10 de marzo de 2012
jueves, 8 de marzo de 2012
Atardecer 6
La luz oblicua del sol poniente proyecta
en el tronco de la jacaranda la
silueta de sus propias ramas.
Sobre ellas se pasea
el reflejo oscuro
de un zanate.
Teatro de sombras,
irrepetible,
único.
Breathtaking.
en el tronco de la jacaranda la
silueta de sus propias ramas.
Sobre ellas se pasea
el reflejo oscuro
de un zanate.
Teatro de sombras,
irrepetible,
único.
Breathtaking.
miércoles, 7 de marzo de 2012
martes, 6 de marzo de 2012
Desde finales de la semana pasada, se empezó a acumular la ropa en mi cuarto, sobre las sillas, fuera del clóset. A eso se sumó la cama, que pasó de estar medio tendida a completamente deshecha y así llegó el fin de semana, con cansancio acumulado de muchos días. Por si esto no fuera suficiente, cerró el domingo con un encuentro espeluznante entre mi hijo y yo: la adolescencia, la menopausia, las muertes sin procesar, la ira contenida, los miedos reprimidos...
Ayer, casi no podía moverme. Me bañé y me fui a dar clase en automático. Cuando regresé a casa: había más ropa acumulada, además de trastes, papeles y libros, todo en desorden, igual que mi ánimo: sin sentido. Así transcurrió el día, sobre el cuestionable salvavidas de la televisión.
Hoy me levanté al alba, llevé a mi hijo al transporte escolar, medité y me volví a dormir antes de reiniciar la vida. Recogí cada pieza de ropa, la doblé o extendí según el caso, y las formé sobre la cama recién tendida para iniciar su acomodo en el clóset. Lavé un par de ellas y otras se fueron al cesto de la ropa sucia. Lavé también algunos trastes y me volví a bañar, con atención y con mi champú de chocolate.
Con mi mundo en vías de encontrar cierto orden, me dispongo ahora a salir al de afuera, con más ánimo aunque con el alma aún vacilante...
Ayer, casi no podía moverme. Me bañé y me fui a dar clase en automático. Cuando regresé a casa: había más ropa acumulada, además de trastes, papeles y libros, todo en desorden, igual que mi ánimo: sin sentido. Así transcurrió el día, sobre el cuestionable salvavidas de la televisión.
Hoy me levanté al alba, llevé a mi hijo al transporte escolar, medité y me volví a dormir antes de reiniciar la vida. Recogí cada pieza de ropa, la doblé o extendí según el caso, y las formé sobre la cama recién tendida para iniciar su acomodo en el clóset. Lavé un par de ellas y otras se fueron al cesto de la ropa sucia. Lavé también algunos trastes y me volví a bañar, con atención y con mi champú de chocolate.
Con mi mundo en vías de encontrar cierto orden, me dispongo ahora a salir al de afuera, con más ánimo aunque con el alma aún vacilante...
lunes, 5 de marzo de 2012
La señora de las tortillas
Llega todos los días alrededor de las dos de la tarde y se sienta en la acera, sobre un banco, supongo, que permanece escondido bajo su falda larga. Se recarga en uno de los árboles que sobrevivió al asfaltado. Con lentitud, saca todos sus productos y los dispone sobre una caja de madera o los deja en su canasta: tortillas (hechas a mano, por supuesto), tlacoyos, tamales y algunas frutas o verduras de temporada, probablemente cosechadas en su propia casa. Con la paciencia que le han dado los años, espera a que los clientes se acerquen. Algunos vienen caminando, otros estacionan su coche junto al puesto, sin importarles convertirse en un obstáculo para el tráfico sobre la calle.
-Buenos días.
-Buenas tardes.
-Sí, ¿verdad?, ya son tardes... Me da dos docenas de tortillas, por favor. Y ¿de qué son los tlacoyos?
-Chales, frijoles y requesón. Vienen surtidos.
-Póngame una bolsita, entonces.
-Y qué calor está haciendo ya...
-Sí, parece que ya se soltó...
-Y antes teníamos frío y ahora no nos aguantamos el calor.
-Y eso que apenas empieza...
Me despido pensando qué sería de nuestros encuentros cotidianos si no tuviéramos un clima cambiante a nuestra disposición para iniciar, seguir o concluir una conversación...
-Buenos días.
-Buenas tardes.
-Sí, ¿verdad?, ya son tardes... Me da dos docenas de tortillas, por favor. Y ¿de qué son los tlacoyos?
-Chales, frijoles y requesón. Vienen surtidos.
-Póngame una bolsita, entonces.
-Y qué calor está haciendo ya...
-Sí, parece que ya se soltó...
-Y antes teníamos frío y ahora no nos aguantamos el calor.
-Y eso que apenas empieza...
Me despido pensando qué sería de nuestros encuentros cotidianos si no tuviéramos un clima cambiante a nuestra disposición para iniciar, seguir o concluir una conversación...
domingo, 4 de marzo de 2012
viernes, 2 de marzo de 2012
jueves, 1 de marzo de 2012
El insumergible Titanic
Se hunde. Así rezaba el pie de una de las estampas que yo coleccionaba de niña para luego ir llenando un álbum con ellas. Aún puedo ver el trasatlántico negro, diminuto en la ilustración, partido en dos, desapareciendo bajo el agua.
Cuando traigo la imagen a mi mente, más de 40 años después de haber pegado la estampa en ese álbum, hoy sumergido en las tinieblas de la desaparecida casa de mis padres, vuelvo a sentirme angustiada y ansiosa. A veces pienso que en otra vida fui una de las víctimas de la famosa catástrofe marina. Quizá sucede solo que fue de niña cuando descubrí, junto con la historia de aquel primer y último viaje del Titanic, que no existen garantías ni certezas, que vamos a la deriva y que a pesar de las etiquetas a las cuales nos aferramos, todo puede suceder.
La reflexión y las palabras no son de entonces, pero la sensación —contundente, ominosa y, a la vez, liberadora— de ver al insumergible hundiéndose es tan fresca hoy como ayer: recordatorio presente siempre, algunas veces de forma más intensa que otras, según vaya el transcurrir de los días.
Cuando traigo la imagen a mi mente, más de 40 años después de haber pegado la estampa en ese álbum, hoy sumergido en las tinieblas de la desaparecida casa de mis padres, vuelvo a sentirme angustiada y ansiosa. A veces pienso que en otra vida fui una de las víctimas de la famosa catástrofe marina. Quizá sucede solo que fue de niña cuando descubrí, junto con la historia de aquel primer y último viaje del Titanic, que no existen garantías ni certezas, que vamos a la deriva y que a pesar de las etiquetas a las cuales nos aferramos, todo puede suceder.
La reflexión y las palabras no son de entonces, pero la sensación —contundente, ominosa y, a la vez, liberadora— de ver al insumergible hundiéndose es tan fresca hoy como ayer: recordatorio presente siempre, algunas veces de forma más intensa que otras, según vaya el transcurrir de los días.
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