lunes, 24 de abril de 2017

f.i.n.a.l.e.s. .d.e. .a.b.r.i.l


Los últimos días de abril me agarraron de vacaciones, primero, y sin computadora, después (mi máquina hubo de someterse a una renovación casi total). Así, anduve más o menos desconectada más de una semana y se me pasaron algunas fechas que suelo recordar en este espacio.

La primera, el cumpleaños de Dasha, queridísima amiga, el día 20. Como cada año, la recordé especialmente en ese día, y mi comadre y yo brindamos por ella. Viviré siempre con el anhelo de volver a abrazarla. Por suerte, de vez en cuando se me aparece en sueños y amanezco feliz y agradecida. 

Y la segunda, Sant Jordi, ese 23 de abril que antes para mí solo era un 23 de abril, hasta que hace tres años quedó renombrado en mi vida. Pero esta vez, en lugar de echarme un viaje de nostalgia, pensé mucho en mi amiga Joana y en su cuento "Mi nombre es Rita". Recordé cómo ese fue uno de los primeros escritos suyos que leí en el primer curso que tomamos, de Narrativa especializada, con Isabel Cañelles. Recordé cuando, sin conocerla casi, le escribí emocionadísima diciéndole cómo me había conmovido su relato, cómo yo tenía una historia personal, si no parecida, sí relacionada con la que ella contaba (en resumen, algo así como un triángulo amoroso) y, además, cómo uno de sus personajes llevaba el mismo nombre de quien protaganizara aquella historia conmigo.

Luego iniciamos un segundo curso juntas, ahora de Proyectos narrativos, pero la vida tenía otros planes y aunque ambas lo terminamos, nuestros caminos parecían apartarse. Pero, ¡oh sorpresa!, nuestra relación estaba lejos de acabarse. A ambas nos invitaron a participar con un relato para la antología que, con el nombre de Incómodos, publicaría RELEEla editorial fundada por nuestra profe. Pero eso no lo supimos hasta después de conocer cuáles habían los relatos seleccionados. Y entonces Joana me mandó un correo celebrando "ser compañeras de índice". Ambas trabajamos con cuentos que habíamos escrito en aquel primer curso y el de ella era justamente el que tenía que ver con esa fecha en que "Barcelona se convierte en jardín de una sola flor: la rosa", como lo dice de forma preciosa en su relato.

Cuando decidí que me lanzaba a Madrid a la presentación del libro, se lo comuniqué de inmediato a Joana y parece que eso fue un aliciente para que ella viajara desde Barcelona también. Quedamos de vernos antes de la presentación, en la librería. Yo ya estaba adentro cuando ella llegó y la vi por el aparador y agité los brazos para llamar su atención. Nunca nos habíamos visto en persona, pero nos reconocimos y nos dimos uno de esos abrazos fuertes fuertes, que se quedan grabados en el cuerpo. Y nos fuimos a tomar un café antes del acto y desde entonces no hemos parado de platicar, en persona allá y luego virtualmente, cada quien desde su lado del Atlántico.

En Madrid, compartimos también los nervios y la emoción antes de la presentación del libro (yo por lo menos, temblaba) y después, las cañas y las tapas. En Villalba compartimos un cocido maravilloso con Jaime, otro querido compañero de índice y compi de curso. Llegar a Villalba fue en sí una aventura, bueno más bien encontrarnos en Atocha, cuando cada una había interpretado de manera diferente el sitio donde nos veríamos y yo iba sin celular (mala fórmula). Pero finalmente, lo logramos y nos embarcamos en el tren de cercanías. De regreso, la acompañé hasta el vestíbulo para tomar el AVE a Barcelona y quedamos en escribirnos. Y nos hemos escrito, y leído de nueva cuenta nuestros textos. Ella me ha comentado (y animado) con la novela y yo aún tengo pendiente (prontito prontito) comentar los relatos que me ha mandado.

Y, además de alguna "gamberrada" que ya nos organizamos juntas, tengo pendiente visitarla en Barcelona y, quizá, compartir un día de Sant Jordi allá.

Por lo pronto, dejo por aquí una rosa atrasada, pero acompañada de gallina chimaleña, para ella y para Dasha, en celebración de los encuentros, de la amistad y de la vida:



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